
LA MUERTE EN PSICOANÀLISIS.
Psic. José Luis Maldonado Román
El arte funerario es conmemoración
y la memoria del muerto, en el doble
sentido objetivo y subjetivo, se conser-
va en el orden significante, rescatando
al muerto del olvido, merced al sepulcro.
Cumple así la CULTURA con una se sus
funciones esenciales: la de matar la muerte.
Néstor Braunstein y Frida Saal
Braunstein, Saal y Aparicio sostenían en aquel trabajo presentado hace 24 años, precisamente el 10 de octubre de 1980 en el Coloquio Internacional de Historia del Arte realizado en el Palacio de Minería de la Ciudad de México, que el acto funerario (todo ese ritual) no es más que arrebatarle la muerte a la naturaleza, haciendo de la muerte a diferencia de otras especies, un acto histórico en que la ausencia del muerto haga presencia al quedar su nombre inscrito en la lápida-memoria de los otros; así pasa también con la Madre cuando con respecto al Padre -más allá de su existencia empírica- hace presente su palabra ante el hijo, claro, si para la Madre hay acatamiento de la Ley. Así pues nos encontramos con la tumba y su inscripción: “aquí yace……” de la misma manera que con la palabra de la madre: “tu padre fue….” cumpliendo ésta con esa función civilizadora de introducir a su cachorro en el orden del lenguaje, de la cultura, de la prohibición que a su (nuestro) pesar nos marca.
Sin embargo no todo es miel sobre hojuelas (si es que es posible que pueda haber miel, además de hojuelas) las palabras y opiniones de los padres son, en muchas ocasiones contradictorias, cada uno busca imprimir sus fines contra el otro a través del niño, ya lo escribía por su parte Rosario Castellanos, quien sin cercanía con el psicoanálisis pero si con cercanía al alma humana por medio de sus creaciones literarias y el sufrimiento de su propia vida decía: “toda conciencia persigue la muerte de la otra, convivir es batirse a duelo, es luchar vanamente por erigirse en el criterio único, absoluto, sin apelación. Es no cejar en el empeño de que se aniquile la mirada ajena que nos valúa, que nos capta con una mirada ajena a la que nosotros admitimos y que quiere imponérsenos como la verdadera, en el combate no hay vencedor. El mas débil cae en la fascinación, se convierte en cosa pasiva y opaca. Pero el gesto que su memoria de ser humano guardó de nosotros es el gesto del asesino o del culpable. Su mera presencia es una acusación ¿destruirla? no se destruye el remordimiento.”
Termino con otro comentario de Néstor Braunstein: “Son los más virtuosos, los más atormentados por escrúpulos y remordimientos…los verdugos no piden perdón; esa es tarea de las victimas.” Habrán de advertir que ambos autores -más allá de las sintomáticas preocupaciones de género- no se refieren al “hombre” ni tampoco a la “mujer”……en particular.
Psic. José Luis Maldonado Román
El arte funerario es conmemoración
y la memoria del muerto, en el doble
sentido objetivo y subjetivo, se conser-
va en el orden significante, rescatando
al muerto del olvido, merced al sepulcro.
Cumple así la CULTURA con una se sus
funciones esenciales: la de matar la muerte.
Néstor Braunstein y Frida Saal
Braunstein, Saal y Aparicio sostenían en aquel trabajo presentado hace 24 años, precisamente el 10 de octubre de 1980 en el Coloquio Internacional de Historia del Arte realizado en el Palacio de Minería de la Ciudad de México, que el acto funerario (todo ese ritual) no es más que arrebatarle la muerte a la naturaleza, haciendo de la muerte a diferencia de otras especies, un acto histórico en que la ausencia del muerto haga presencia al quedar su nombre inscrito en la lápida-memoria de los otros; así pasa también con la Madre cuando con respecto al Padre -más allá de su existencia empírica- hace presente su palabra ante el hijo, claro, si para la Madre hay acatamiento de la Ley. Así pues nos encontramos con la tumba y su inscripción: “aquí yace……” de la misma manera que con la palabra de la madre: “tu padre fue….” cumpliendo ésta con esa función civilizadora de introducir a su cachorro en el orden del lenguaje, de la cultura, de la prohibición que a su (nuestro) pesar nos marca.
Sin embargo no todo es miel sobre hojuelas (si es que es posible que pueda haber miel, además de hojuelas) las palabras y opiniones de los padres son, en muchas ocasiones contradictorias, cada uno busca imprimir sus fines contra el otro a través del niño, ya lo escribía por su parte Rosario Castellanos, quien sin cercanía con el psicoanálisis pero si con cercanía al alma humana por medio de sus creaciones literarias y el sufrimiento de su propia vida decía: “toda conciencia persigue la muerte de la otra, convivir es batirse a duelo, es luchar vanamente por erigirse en el criterio único, absoluto, sin apelación. Es no cejar en el empeño de que se aniquile la mirada ajena que nos valúa, que nos capta con una mirada ajena a la que nosotros admitimos y que quiere imponérsenos como la verdadera, en el combate no hay vencedor. El mas débil cae en la fascinación, se convierte en cosa pasiva y opaca. Pero el gesto que su memoria de ser humano guardó de nosotros es el gesto del asesino o del culpable. Su mera presencia es una acusación ¿destruirla? no se destruye el remordimiento.”
Termino con otro comentario de Néstor Braunstein: “Son los más virtuosos, los más atormentados por escrúpulos y remordimientos…los verdugos no piden perdón; esa es tarea de las victimas.” Habrán de advertir que ambos autores -más allá de las sintomáticas preocupaciones de género- no se refieren al “hombre” ni tampoco a la “mujer”……en particular.