jueves, 30 de octubre de 2008

La destination (destin) Fatale de l'amour


La destination (destin) Fatale de l'amour

Uno de los temas en la relación humana, sobre todo en esa relación de amor, es no buscar iniciarla con la supuesta pretensión de la búsqueda de la semejanza con el otro, para después concluir, dramáticamente, en la desilusión de lo diferente que terminó siendo. Será más bien iniciar reconociendo las diferencias con el otro para que el camino que falta por recorrer, deje el aliento de seguir luchando por la vida, reconociendo al final, ¡cuánto estuvimos tan cerca del objeto! En términos freudianos, me parece, sería, que la hostilidad sea reconocida de principio y a partir de ahí, en el tránsito difícil de la sublimación, reconocer la posibilidad del amor con toda la fatalidad que lo amenaza.

José Luis Maldonado Román
10 de octubre de 2008.

viernes, 15 de agosto de 2008

La sexualidad, el deseo y el inconsciente en la obra de Sigmund Freud. A más de 50 años de su muerte.


LA SEXUALIDAD, EL DESEO Y EL INCONSCIENTE EN LA OBRA DE SIGMUND FREUD. A MAS DE 50 AÑOS DE SU MUERTE.

José Luis Maldonado Román

A Pedro por su trascripción hace ya, algunos años; y a Mario que cuando esto fue escrito apenas balbuceaba. También Ana María, mi Ana, a Carlos Sergio, Mi Cheko "ce n´a pas déjá été posible" enseñarte la musica de los Beatles..de los Rollings Stones...

“En una disciplina que no debe su valor científico sino a los conceptos teóricos que Freud forjó en el progreso, sino lo que le falta de su experiencia, pero que, por estar todavía mal criticados y conservar por lo tanto la ambigüedad de la lengua vulgar, se aprovechan de estas resonancias no sin incurrir en malentendidos, nos parecería prematuro romper la tradición de su terminología”.

“El objeto del psicoanálisis
no es el hombre, sino lo
que le falta”.

Jacques Lacan.


El 6 de abril de 1897, desde Viena, Sigmund Freud escribía a su amigo Wilhem Fliess: “…el chiste que se me ha escapado en la resolución de la histeria consiste en el descubrimiento de una nueva fuente, de la que deriva un elemento nuevo de la producción inconsciente. Me refiero a las fantasías, que, según veo, por lo general se remontaron a las cosas que los niños oyeron en época temprana y sólo con posterioridad entendieron…”; dos años más tarde, precisamente en los primeros días de enero de 1899 al mismo amigo le confía: “…Sólo te revelaré que el esquema del sueño es susceptible de la más universal aplicación, que en el sueño reside efectivamente, al mismo tiempo la clave para la histeria”. [*]

Estas confidencias epistolares marcan de manera importante los descubrimientos fundamentales que dieron pie a la teoría psicoanalítica, a saber: la sexualidad infantil y el hecho de que los sueños, las equivocaciones verbales, escritas y los olvidos entre otros fenómenos humanos son manifestaciones del Inconsciente.
Que hicieron posible estos descubrimientos y tales formulaciones teóricas? mucho hay escrito al respecto, aquí formulamos un ensayo que proviene del conjunto de discursos ya planteados que contemplan al surgimiento del psicoanálisis como producto de la intersección de 3 factores que de lo general a lo particular los enumeramos así:

De acuerdo a lo que la Ciencia de la Historia se encarga de precisarnos, esto es, el momento histórico social que precede - y también dentro del cual surge - el psicoanálisis. El escenario: Europa en la segunda mitad del siglo XIX, particularmente Freiberg, en Moravia, (actual Pribor, República Checa) donde las formas de producción feudal se tambalean con el acrecentamiento de la producción capitalista y que por ello, entre otras cosas, los conglomerados urbanos en crecimiento van adquiriendo importancia vital ante la doble concentración, por un lado de los emporios industriales sustitutivos de los ya caducos talleres artesanales, y por el otro, de masas de trabajadores provenientes la mayoría del campo ofreciendo su fuerza de trabajo.

De la Historia de la Ciencia, que nos muestra que la influencia de la cultura clásica alemana es el contexto principal, y que las posturas filosóficas de Kant, Hegel y Schelling comienzan a dar paso al positivismo de Augusto Comte y al materialismo de Ernest Brücke, quien posteriormente será maestro en la formación médica de Sigmund Freud. Al mismo tiempo, pero al margen de las instituciones y los recintos académicos Carlos Marx se encuentra trabajando para lo que a la postre será la publicación de El Capital. Es el momento también en que la medicina ha logrado arrebatar a la Iglesia el derecho no sólo de intentar explicar, sino a emprender el tratamiento o rehabilitación del enfermo mental, concretamente la psiquiatría ha logrado ganar terreno en la administración de la locura a la que considera como producto de alteraciones o daños en el sistema nervioso.

3° El último factor de esta intersección es la biografía de un personaje llamado Segismundo Freud, nacido el 6 de mayo de 1856 en ese pequeño pueblo Freiberg, y cuyo origen, repito, le permitirá verse liberado de muchos prejuicios que en cambio a otros limitará en el uso de sus capacidades intelectuales.

Así los hechos, advertimos en la vida de Freud una serie de situaciones y encuentros azarosos que permitirán, como podremos ver más adelante, entender las razones de su formación teórica e intelectual en la práctica de la medicina, de la neurología, sus estudios con Charcot en París, la utilización consecuente de la hipnosis hasta la invención del Psicoanálisis.[†] Cuando cuenta con apenas tres años de edad, su familia se ve obligada a trasladarse a Viena por problemas económicos de su padre, ahí iniciará sus estudios, permanecerá toda su vida sufriendo del antisemitismo imperante y del rechazo a sus ideas y descubrimientos. Conocerá a Martha Bernays, su futura esposa, encuentro que le servirá como catalizador de sus preocupaciones materiales y económicas que pesarán sobre el toda su vida; no deja de advertirse a través de sus cartas, la pasión hacia ella, pero también cierta actitud hacia la mujer que hoy se calificaría de misógina, actitud que sin embargo logró mantener al margen cuando propone una teoría sobre la sexualidad femenina, no obstante, o quizás por lo mismo, no dejara de reconocer las dificultades que para él implica abordar el problema de la feminidad, de la sexualidad femenina. [‡]

En 1885 cuando Freud cuenta con 29 años obtiene una beca para realizar un viaje de estudios y elige ir a París para estudiar con Charcot las manifestaciones de la histeria, los efectos del hipnotísmo y la sugestión. De regreso a Viena abre un consultorio y comienza a utilizar la técnica de la hipnosis mediante la cual logra que sus pacientes, generalmente del sexo femenino, recuerden el origen de sus síntomas, lo que lo lleva a producir las primeras elaboraciones teóricas sobre las causas de la histeria junto a su amigo médico y protector Joseph Breuer. [§]

A diferencia de las opiniones teóricas que en ese momento prevalecían y que afirmaban que los factores causales de la histeria obedecían a factores neurológicos, Freud afirmará que el (la) histérico (a) ha sufrido, en su primera infancia, alrededor de los 5 años, una seducción sexual por parte de un adulto, -historia que le referirán constantemente sus propios pacientes y que habría sido cometida, la mayoría de las veces, por parte de uno de sus progenitores- esta escena sexual, descubrirá Freud, viene a cobrar importancia en sus pacientes cuando alrededor de la pubertad, un segundo acontecimiento sexual (p.ej. la menstruación, una atracción amorosa, etc.) hace recordar y darle sentido a aquella primera escena, constituyéndose entonces como un trauma psíquico que vendría a producir el síntoma histérico. [**]

A estas alturas la divulgación de tales ideas por Freud en los círculos científicos vieneses ha producido conmoción y rechazo, los mismos amigos y maestros que en otro momento lo apoyaron, Charcot y Breuer entre ellos, reaccionarán con indiferencia sino es que con hostilidad ante tales argumentos, Freud no deja de asombrarse al relatar en su obra Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico (1914)[††] que estos mismos autores que se negaron a aceptar en público el papel de la sexualidad en la génesis de la histeria pero en privado hicieron afirmaciones que contradecían su actitud actual; Breuer por ejemplo, -relata Freud- al referirse a una paciente que estaba tratando, había comentado que “sus males estaban causados por secretos de alcoba” y Charcot por su parte ante un caso parecido había exclamado: “En estos casos se trata siempre de la cosa genital, siempre, siempre!”.[‡‡]

Cabe señalar un momento importante en la producción teórica freudiana y que muchos autores[§§] que dará lugar a nuevos descubrimientos, en el trabajo teórico y psicoterapéutico con sus pacientes; Freud comienza a encontrarse con problemas, hay momentos en que el tratamiento se bloquea, no avanza y desertan sus pacientes, aquí es donde el sentido autocrítico y la vigilancia de los conocimientos producidos se pone en juego en Freud, dejará de creer en su teoría del trauma provocado por una experiencia de seducción de la cual se quejan sus pacientes histéricas; ha descubierto que esa seducción de la que ellas le hablan, por lo general, más que haberla sufrido realmente es producto de fantasías inconscientes que desde su infancia tiene respecto a sus progenitores dando lugar al descubrimiento de algo que en esa época, -y aún ahora,- provocaría un verdadero escándalo en diferentes círculos europeos, esto es: La sexualidad infantil; y produce escándalo puesto que si ya era difícil aceptar el origen sexual de los síntomas histéricos, lo es más ahora el aceptar que el niño considerado ingenuo e inocente, alojara en su interior fantasías de índole sexual hacia los adultos y particularmente hacia sus padres.

Los primeros años del siglo XX marcan 2 cambios fundamentales en la teoría y técnica freudianas, el primero consiste que de la utilización de la hipnosis ha derivado la técnica de la asociación libre, de lo que se trata ahora es conminar a hablar a los pacientes de todo cuanto se les ocurra, ya que no todos los pacientes son susceptibles de ser hipnotizados y además porque la cura mediante hipnosis produce solo la desaparición temporal de los síntomas; el segundo cambio se refiere que, con el descubrimiento de las fantasías infantiles inconscientes, a Freud deja de interesarle la indagación y la veracidad de la queja de seducción de sus pacientes como una hecho palpable y comprobable, ahora le interesa que sus pacientes hablen, ya que ha encontrado la existencia de 2 niveles de realidad, la realidad externa, y otra, que es la realidad psíquica, donde ésta última no está sujeta a hechos realmente sucedidos, lo cual no importa porque aún siendo fantasías pueden producir un efecto patógeno y esa seducción de la cual el paciente se queja es, a fin de cuentas, su verdad, aunque no sea la verdad de los demás.

Entre 1893 y 1895 con la publicación de los Estudios sobre la histeria se marca el momento de transición entre el Freud médico y neurólogo, y otro, que comienza a escuchar de sus pacientes que sus síntomas obedecen a otro orden fuera de lo orgánico. Y es que, hasta entonces, las histerias acudían al médico gritando con sus síntomas, llevando su cuerpo sufriente, paralizado en ciertas partes, con extraños dolores en otras, con síntomas que asemejan el orgasmo o el parto, muchas de ellas jóvenes solteras y castas y cuando éstas jóvenes acudían al médico por sus síntomas, se encontraban con que éste buscaba incesantemente la causa orgánica del trastorno con el peor de los casos comunicaba a la familia su diagnóstico: “esta muchacha está enferma de los nervios, o está fingiendo”.[***]

Este era el panorama al cual Freud se enfrentó en aquel momento y será su insatisfacción a las explicaciones fáciles de cierta lógica médica de su tiempo que lo lleva a hacer una lectura diferente de ese cuerpo sufriente.

Es necesario detenerse aquí un momento y preguntar: ¿porqué se produce la histeria? o, cómo es la histeria? la primera pregunta rebasa los límites de esta presentación; la segunda referida a como se presenta la histeria, cual es su fenomenologìa presenta menos dificultades. Desde los griegos hay una relación entre histeria y útero, lo que llevaba a considerar que la enfermedad era únicamente femenina, Freud descubre que tal fenómeno poco tiene que ver con el sexo biológico y demuestra que puede estar presente también en los hombres, en esa época se presentaban con síntomas bastante agudos, generalmente de naturaleza somática, hoy aún, en México, en algunos lugares particularmente en la provincia y curiosamente en aquellos lugares cuya tradición religiosa se remonta desde la época de la colonia, podemos enterarnos de algunas jovencitas, que en versión de sus familiares, se encuentran poseídas por algún espíritu presentando repentinos desmayos, extraños trastornos de la piel, dramatizaciones sin motivo aparente, etc., y donde no los médicos sino los ancianos del lugar con esa sorprendente sabiduría que en ocasiones poseen, les lleva a decir a los padres afligidos de la enferma: “es una enfermedad de soltera, cuando se case se le quitará”, lo que sorprendentemente, con frecuencia así sucede; desaparece el síntoma, probablemente aparecerán otros.

En la actualidad, y sobre todo en las regiones de mayor desarrollo social y económico, la histeria se presenta bajo otras formas; de manera más sutil, la queja se refiere en ocasiones a que sus relaciones amorosas terminan siempre en la misma historia: abandono y olvido por parte de la persona amada, o simplemente, el persistente sentimiento de no sentirse amado o amada como creía…de repente, en la relación, se acabó el encanto. “Nadie me quiere”, dirán muchas veces pero lo que falta ahí decir y que solo un proceso analítico les podría llevar a descubrir, es que: “nadie me quiere…de aquellos que yo quisiera que me quisieran”* porque justamente aquellos de quienes tiene asegurado su amor no le interesan a ella, el que le interesa es aquel, aquel que permanece lejano, incluso indiferente, fuera de su alcance; y por eso sufre, y sufre de veras.

Existen dos casos interesantes que presenta el psicoanalísta Luciën Israel[†††] en su texto ya comentado, con respecto a estos fenómenos y que muestran cómo, de lo que se trata en la histeria, sin saber deseando, es de mantener insatisfecho el deseo.

El primer caso se refiere a una paciente que un buen día llega a pedirle tratamiento porque nunca había logrado satisfacción sexual en su relación matrimonial, después de varios meses de tratamiento, en una de sus citas llega y dice: “Ya sucedió doctor, he gozado con mi marido”, este psicoanalista relata que mentalmente se restregó las manos pensando que ese análisis iba por buen camino y que estaba cerca su terminación. Sin embargo, después que su paciente le relató los hechos de la semana y hacia el final de su sesión, la paciente le dijo, “Doctor, había olvidado decirle que ahora puedo gozar con mi marido, pero a partir de hoy no volverá a acostarme con él”.

El otro caso refiere a una amiga del mismo Luciën Israel, a su parecer profundamente histérica, la cual un día le cuenta con exaltado entusiasmo lo mucho que le gusta la buena carne, por lo que él, ante la efusividad de la amiga decide invitarla junto con el marido a un restaurante donde la carne es exquisita, al otro día, cuando llegaron al citado lugar, la amiga histérica…pidió pescado.

Hace un momento se mencionó una condición clave de la histeria pero también en la teorización del Psicoanálisis: “mantener insatisfecho el deseo”, pero, de que Deseo se trata? Lo que debe quedar muy claro al respecto en el marco del psicoanálisis, es que se trata del deseo que poco o nada tiene que ver con las necesidades corporales, y que en al interior del psicoanálisis se trata del deseo inconsciente lo cual es vital para incursionar en la estructuración del sujeto humano.

Si bien desde las primeras pacientes de Freud lo que encontramos de manera reiterada es esta denuncia de que el deseo nunca encuentra el objeto de su plena satisfacción, esto no quiere decir que tal imposibilidad sea propia de la histeria, porque lo que hace la histérica es gritarlo con sus síntomas de una manera que a veces pareciera hasta escandalosa, pero también es una imposibilidad que se manifiesta bajo otras formas en el neurótico obsesivo y en el perverso por excelencia; es una imposibilidad de todo sujeto humano.

Otro ejemplo podría ilustrarnos al respecto, hace algún tiempo un conocido psicoanalista, tratando de mostrar mediante una metáfora lo tormentoso del deseo respecto a su objeto de satisfacción y de la relación del niño con la madre, decía más o menos: “Había una vez un ojo humano que deambulando por los caminos que su destino le permitía, se encontró a su paso un calidoscopio, y ese ojo, curioso, se acercó a la mirilla del aparato quedando cautivado, sorprendido y enamorado de esa bella figura de múltiples colores y formas que ahí, por primera vez estimulaban su pupila. Pero el calidoscopio por una u otra razón se movió desapareciendo la figura, fugándose y apareciendo otra. Y ese ojo, con angustia primero con anhelo después, le pidió a la mano moviese el calidoscopio, buscando y tratando de encontrar aquella primera figura que el ojo había visto. Aparecieron otras figuras de diferentes colores y formas de las cuales el ojo se enamoró, con unas fortuitamente, con otras apasionadamente, pero no, en éstas a la que seguía buscando era aquella primera…y en eso se nos va la vida”. Y es que el deseo tiene que ver con eso, con la búsqueda de algo o alguien, que nunca lo colma, nunca lo satisface y que cuando pareciera que lo ha encontrado, solamente ha sido una ilusión.

Es en 1900, con la publicación de la Interpretación de los Sueños donde Freud devela el secreto y el sentido que encierran éstos,[‡‡‡] dirá que en el sueño, se produce el cumplimiento del deseo inconsciente bajo leyes que operan tanto en la vida psíquica normal, como en la denominada anormal o patológica, ya que Freud encontrará que los síntomas de sus pacientes son formas bajo las cuales se manifiesta el Inconsciente, pero que también los sueños, actos fallidos, el chiste son formas también de manifestación de ese deseo en los sujetos denominados normales. Al respecto, y posterior a la publicación de esta obra, Freud publicará otras más que resultarán también importantes por su articulación con los esquemas fundamentales de la teoría psicoanalítica, Psicopatología de la vida cotidiana (1901) donde queda de manifiesto que más allá de los síntomas denominados neuróticos, el inconsciente se expresa en la vida cotidiana de todo sujeto humano y que las leyes bajo las cuales se produce y manifiestan los síntomas neuróticos, son las mismas que están presentes en la formación de los sueños, actos fallidos y el discurso mismo del sujeto humano, Tres ensayos para una teoría sexual (1905) que remite a la sexualidad infantil y a la precariedad con la que todo ser humano puede “aspirar” a una “genitalidad sexual”, obra que demuestra que el chiste es producto de leyes del funcionamiento del aparato psíquico y que no hay, quizás, forma más seria para referirse a la Sexualidad y al Inconsciente que mediante el chiste.

[*] Freud, Sigmund. Obras Completas.-Fragmentos de la correspondencia con Fliess.- (1950 [1892-99]) Tomo I, Ed. Amorrortu. Buenos Aires.-p. 285 y p. 318.
[†] Al respecto vale la pena transcribir el comentario que Sara Glasman hace a la obra de Lucien Isräel “El Goce de la Histérica”, donde nos dice: "Érase una vez una mujer, que no sabía que significaba ser mujer para el deseo del hombre, y decidió acudir a preguntarlo a quien presuntamente podía saberlo: un médico. Le llevó su cuerpo sufriente. Dibujó en él una anatomía diferente. Recibió como respuesta la pintura de un cuadro clínico que debía organizar sus síntomas según un ordenamiento de la lógica médica. Una estética de la muerte, cuando ella demandaba por una ética de vida. Deambuló por diagnósticos, pronósticos, tratamientos, denunciando constantemente la impotencia de un presunto saber. Como era su cuerpo el que gritaba, sólo un médico podía descifrar su pregunta…..a condición de escucharla. Y de ese encuentro con quién decidió poner en juego su oreja, nació el Psicoanálisis. Elogio, entonces, de la histérica: es fundadora, pero a condición de descubrir luego su trampa".
[‡] A quien le interese ahondar en esta cuestión se recomienda consultar, del mismo autor, Sobre la Sexualidad Femenina (1931) y la 33ª. Conferencia: La Feminidad (1933) en los tomos XXI Y XXII respectivamente de la Ed. Amorrortu.
[§] Testimonio de este periodo breve pero fecundo de colaboración se encuentra en una obra mutua: Estudios sobre la Histeria, Tomo II, ED. Amorrortu.
[**] Dos referencias al respecto: la conocida carta 69 en los Fragmentos de la Correspondencia con Fliess (1950) mencionada más arriba y su Proyecto de Psicología (1950), donde aborda el famoso caso Emma en relación a las escenas traumáticas en la histeria.
[††] Ver Obras Completas de S. Freud, Tomo XIV, Ed. Amorrortu, p. 13.
[‡‡] Ibid.
[§§] Ver Psicología, Ideología y Ciencia (Braunstein y cols.) y Psiquiatría, teoría del sujeto, psicoanálisis (hacia lacan) de Néstor Braunstein. Ed. Siglo XXI.
[***] Israêl, Lucien. El Goce de la Histérica. Ed. Argonauta. España 1979.
[†††] Ibíd.
[‡‡‡] Mannoni, Octave. Freud el descubrimiento del Inconsciente. Ed. Nueva Visión. Buenos Aires. 1987.

jueves, 7 de agosto de 2008

ANOTACIONES EN TORNO AL CASO SCHREBER

ANOTACIONES EN TORNO AL CASO SCHREBER (*)

Psic. José Luis Maldonado Román

Aún cuando las Memorias de un Enfermo Nervioso de Daniel Paul Schreber (1842-1914) fueron publicadas en 1903, Sigmund Freud solamente tuvo acceso a ellas 6 años después, sin embargo, de inmediato se puso a trabajar al respecto, manifestando a Sandor Ferenczi su sorpresa por la semejanza se su Teoría de la Libido con los contenidos delirantes de ese autor. Producto de esto sería la publicación por parte de Freud de su obra: Acerca de una Psicosis Paranoica descrita Autobiográficamente (1910),1 en la que nos muestra –como lo señaló J. Lacan en su seminario de noviembre de 1955- la atención fascinada de Freud, quien basándose solamente en esos testimonios logró hacer una profunda reflexión sobre la psicosis paranoica, mostrándonos cómo estaba estructurado el mundo psicótico y cuáles eran sus mecanismos constitutivos, descifrando las Memorias del mismo modo como se descifran los jeroglíficos... con genialidad lingüística.2
No hay que olvidar, tal y como lo afirma Morton Schatzman, que Freud ignoraba todo lo relativo a la infancia y estructura familiar de Schreber, lo cual no fue impedimento para que, mediante el análisis de los delirios descritos en sus Memorias, el creador del Psicoanálisis pudiera adelantar algunas hipótesis sobre su biografía. Schreber ocupa un lugar singular en los casos clínicos publicados por Freud ya que no fue atendido ni conocido personalmente por el autor, pero de acuerdo a la información que se tiene actualmente de su familia, su historia clínica e incluso datos acerca de su muerte y un informe médico post mortem, confirman las hipótesis freudianas al respecto así como las intuiciones de Freud de la existencia de un hermano mayor y un padre....terrible y poderoso.
¿Quién fue Daniel Paul Schreber?: Un eminente abogado que llegó a ser Presidente de la Suprema Corte de Justicia del Reino de Sajonia, a los 42 años enloqueció y volvió a recaer de manera definitiva 8 años después. Su padre fue Daniel Gottlieb Moritz Schreber (1808-1861) famoso y destacado médico y pedagogo alemán, por su influencia muchos jardines de niños llevaron su apellido; sus preceptos, valores morales y familiares rígidos y autoritarios le han valido ser considerado como precursor espiritual del fascismo, Hitler y sus seguidores fueron educados cuando los libros del Dr. Schreber eran muy populares (Schatzman, 1994).3 Además de Daniel Paul, quién ocupó el 3er. Lugar en la familia, tuvo 4 hermanos más: Gustav quien se suicida; Anna de quien una revista francesa especializada señala que se desposó con Jung (Carl Gustav?); Sidonie, quien muere soltera y mentalmente no del todo bien; finalmente Klara quien estuvo al tanto de la suerte de su hermano Daniel Paul hasta su muerte. Su madre se llamó Paul-ina Hasse.
La brillante presentación de sus Memorias, la grandeza artística de sus delirios y su trayectoria profesional como abogado, constituyeron los elementos para una apelación a la sentencia, en la que en virtud de su condición de loco, había sido inhabilitado y puesto bajo tutela en 1900. Auxiliado por su abogado, estos escritos fueron un ingenioso e inteligente intento de apelación, no creía que la paranoia diagnosticada por los psiquiatras le impidiera asumir sus responsabilidades, él argumentaba que su delirio era un problema médico y que su incapacidad civil era un problema jurídico -cuestión que debiera ser cuidadosamente reflexionada en la práctica de la psicología y psiquiatría institucional. Es Maud Mannoni quien al respecto hace esta reflexión refiriéndose a que Henry Ey había puesto en consideración la posición ambigua del psiquiatra: por un lado está al servicio de un paciente cuyos derechos debe defender, pero se encuentra en una posición donde debe ejercer como auxiliar de policía en un proceso de internación, que constituye un proceso de obligación a aceptar la cura; Mannoni concluye al respecto: “Es imprescindible recordar aquí que el discurso sobre el saber psiquiátrico no es un discurso científico; se trata de un conjunto de hipótesis y de instrumentos de trabajo. Nada más peligroso, entonces, que asignarles a las conclusiones médicas el carácter inapelable de una sentencia”.4 Añadiríamos también, por nuestro lado, lo peligroso que es emitir recomendaciones o consejos a la ligera, como se viene haciendo últimamente en determinadas prácticas psicoterapéuticas, inclusive a través de los medios de comunicación masiva, para remediar los llamados problemas emocionales y de conducta.
Llama la atención los argumentos que el Tribunal de Dresde utilizó para absolver de su locura a Schreber: El paciente no era derrochador y no hacía correr ningún peligro al patrimonio familiar. Estos criterios determinaron la tarea de los jueces y no los delirios de Schreber.
Regresando a Freud, ¿Cuál fue su hipótesis acerca de la base de la enfermedad de Schreber?, para él, ésta se encontraba en la brusca aparición de un impulso homosexual. Lacan discute lo anterior, ese impulso homosexual sería una condición concomitante de su enfermedad, de lo que se trata es de una falla de la palabra paterna, y aquí lo paradójico, ¿cómo entender que exista una falla de este tipo siendo que el padre, como se ha visto, gozaba de prestigio, poder social y familiar, si era incluso, un padre avasallador? Desde Lacan, -y porqué no decirlo, Lacan desde Freud- se puede encontrar la lógica a esta situación paradójica: y es que habría que considerar al Padre –desde el punto de vista estructural- constituye un lugar en la estructura psíquica del sujeto, lugar que puede ser ocupado por cualquiera, cualquiera en el sentido que sea quien se apropie del niño como objeto metonímico de su deseo, que se apropie y que no lo suelte. Se sabe ahora que el padre de Schreber, persona sumamente dominante y rígida, se ocupó desde las etapas muy tempranas de los cuidados y educación de su hijo bajo principios sumamente inflexibles; Paulina, la madre, era una persona débil y enfermiza. El padre de Schreber –se insiste, desde el punto de vista estructural- ocupó en realidad el lugar de la Madre, y en este lugar al ser ocupado por aquél, dejó sin posibilidad la presencia....de un Padre, de la Ley.


Aún cuando Freud deja asentado que la aparición del impulso homosexual fue la condición base de la enfermedad de Schreber, Lacan permite advertir una condición significativa que se produce cuando aparecen los síntomas, éstos dan cuando recién ha sido nombrado Presidente de la Suprema Corte de Justicia, ha sido nombrado representante de la Ley, ha sido nominado como Padre; se sabe también que Daniel Paul Schreber murió lamentando no haber tenido hijos, no tuvo ocasión de enfrentarse al problema de la Paternidad, hasta que fue nombrado Presidente.







1 Freud, Sigmund. Acerca de una Psicosis Paranoica Descrita Autobiográficamente.-Obras Completas. Tomo XII. Amorrortu Editores. Buenos Aires. 1990.
2 Lacan, Jacques. La Psicosis.-Seminario 3.-Editorial Paidós. Buenos Aires, Barcelona, México. 1995.
3 Shatzman Morton El Asesinato del Alma. Editorial Siglo XXI. México. 1994.
4 Mannoni, Maud. La Educación Imposible. Editorial Siglo XXI. México. 1982.
(*) Publicado en “Gaceta de Salud Mental y Psiconeurociencias”. Volúmen 1, número 3, 1999, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. México.
(**) El cuadro de la Genealogía de los Schreber fué tomada del artículo La Extraordinaria Familia Schreber, publicado en la Revista Francesa de Psicoanalisis Silicet (número 4) en 1973, por política de la revista omiten el nombre del autor, sin brindar mayores explicaciones

miércoles, 9 de julio de 2008

DÉFICIT DE LA ATENCIÓN E HIPERACTIVIDAD




TRASTORNO DE DÉFICIT DE LA ATENCIÓN E HIPERACTIVIDAD.

Psic. José Luis Maldonado Román

Ensayo elaborado para el Máster Universitario “Psicopatologìa y Salud” de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) de Madrid España en 2004, reelaborado en octubre de 2005 con un agregado en pié de página en febrero de 2007 para la materia de Psicopatología y Psicoterapia Infantil, noveno semestre, de la Escuela de Psicología de la UNICACH, Tuxtla Gutiérrez, México.
Antecedentes y Modelos Teóricos.
Lo que hoy conocemos como Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) fue definido anteriormente y de manera muy difundida como Disfunción Cerebral Mínima (DCM), una de las razones que determinaron en su momento el rechazo a este último término fue la connotación etiopatogénica vinculada directamente a una irregularidad en el funcionamiento del Sistema Nervioso Central.

No obstante, en la actualidad el TDAH también presenta algunos problemas, sobre todo en cuanto a una definición precisa y “fija” del concepto de Hiperactividad lo cual ha determinado diferencias sustanciales en cuanto a su estudio e investigación, además de una contaminación de los resultados en diversos países, sobre todo en EE.UU. y Gran Bretaña, lo cual no extraña en los estudios de corte positivista, no obstante hay que resaltar que los últimos modelos teóricos lograron de una u otra manera diferenciar el TDAH del Retraso Mental.

Los primeros registros al respecto los encontramos en lo que en un primer momento se denominó Lesión Cerebral Mínima allá por los años cuarenta en los EE.UU. a través, principalmente, de Strauss.1 La propuesta de este autor intentaba diferenciar a 2 tipos de sujetos menores: a) aquellos que presentan lesión cerebral grave, acompañadas de varias alteraciones, y b) un grupo de menores con “daño cerebral mínimo”, a los que en su momento se les denominó también Disléxicos, con el inconveniente de que en este grupo se incluyeron una mezcla de signos y síntomas relacionados con alteraciones conductuales, cognitivas, perceptivas y de rendimiento escolar.

En los años sesenta se le sustituye con el término de Disfunción Cerebral Mínima, que si bien conserva las dificultades ya señaladas en la anterior designación (alto número de combinaciones de síntomas y persistencia en la etiología basada en alteraciones del sistema nervioso central), con este nuevo término se enfatiza que las principales manifestaciones de este trastorno son las alteraciones en el aprendizaje, creándose así las condiciones para que la DCM y los trastornos del aprendizaje se consideraran como equivalentes.2

El Síndrome Hipercinético es el concepto que dominará posteriormente en los años setentas y lo que podríamos considerar como relevante es la separación que se da respecto de los problemas de aprendizaje, situando a estos últimos como síntomas asociados o secundarios y enfatizando a la hiperactividad, distraibilidad, impulsividad y Excitabilidad como los síntomas principales de este cuadro.

Finalmente el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) surge por efecto de 2 líneas de trabajo: los estudios realizados sobre déficit de atención en Canadá, y por otro lado, el énfasis en el DSM-III al déficit atencional como síntoma esencial junto con la Impulsividad y la Hiperactividad para su diagnóstico. Es importante señalar en cuanto al Diagnóstico Diferencial del TDAH, que el DSM-III diferencia la Hiperactividad propia de la edad (p. ej., no antes de los 3 años de edad); del retraso mental; de los trastornos del desarrollo o del estado de ánimo, pero sobre todo no es posible su diagnóstico, sino están presentes, además, el déficit de atención, la Impulsividad y la Hiperactividad.

Algo importante que añadir acerca de este trastorno -a la luz de las propuestas de Vigotski y Luria- particularmente en cuanto al papel del lenguaje en las funciones de autorregulación de la conducta en la que las dificultades de relación y comunicación entre los padres y el niño sería una variable importante,3 estos autores advierten la importancia y determinación del lenguaje sobre la conducta, de tal manera que una “desconexión” entre la actividad verbal y la actividad motora afecta la regulación del acto motor, de ser así, el déficit atencional jugaría un papel secundario frente a los problemas autorregulatorios. Estas conclusiones no sólo parten de los autores ya mencionados, sino que también se ven fortalecidas por las investigaciones de Fournier y Sokolov, incluso por las propuestas teóricas de Piaget en cuanto al lenguaje egocéntrico.

El dilema Etiológico.

El hecho de que con respecto a la Hiperactividad, los primeros modelos teóricos hicieran referencia a factores etiopatogénicos (alteraciones de Sistema Nervioso Central) y que los últimos omitieran las posibles causas del desorden es evidencia de las dificultades y confusión existentes para definir su etiología. Las propuestas explicativas de estos modelos son, de manera general, las siguientes:
a) Las Neurológicas.- La cuales adjudican como causa una lesión cerebral. Sin embargo los estudios realizados hasta ahora no permiten asegurar la veracidad de esta hipótesis, si bien queda pendiente investigar de manera más profunda, el papel de los neurotransmisores. Sin embargo, al respecto nada es concluyente hasta ahora.
b) Los factores genético-constitucionales.- Esta hipótesis ha sustentado sus estudios en los antecedentes que, de este problema, padecieron los padres; prevalencia de desajuste personal o social en la familia del niño hiperactivo y la no asociación de hiperactividad entre niños adoptados (con problemas de hiperactividad) y los padres adoptivos. No obstante que la condición hereditaria no está descartada, tampoco existen resultados concluyentes, sobre todo por la dificultad de separar las influencias genéticas de las ambientales.
c) Tóxico-ambientales.- Al respecto se ha considerado la ingestión de plomo, aditivos alimenticios y las radiaciones, no se ha logrado esclarecer su condición causal o etiológica, a lo más, se ha encontrado que por ejemplo, los aditivos, pueden incrementar los síntomas.
d) Factores pre y perinatales.- En este renglón también no existen resultados concluyentes, sin embargo se ha encontrado cierta relación entre la Hiperactividad y niños prematuros, de bajo peso o anoxia durante el parto, pero no como una condición etiológica o causal.
e) Factores psicosociales.- Se ha buscado investigar como elementos causales la educación parental coercitiva, mediante control excesivo, castigo y falta de recompensa. En las investigaciones realizadas hasta ahora, este factor ha sido descuidado y hacen falta estudios de mayor profundidad.
f) Hipótesis Psicológica-interaccionista. Como se puede ver, ninguna hipótesis es totalmente concluyente. Esto hace pensar a otros autores que la Hiperactividad no obedece a un solo factor causal y más bien podría obedecer a condiciones de estrés, tanto de carácter interno como externo, esto es, a condiciones hereditarias como también medio-ambientales.

Si tomamos en consideración que las hipótesis anteriormente descritas han demostrado mediante estudios empíricos -en mayor o menor medida- la existencia de factores que se encuentran relacionados con la Hiperactividad, ninguna de ellas ha sido concluyente como factor etiológico único, lo cual hace ver que la hipótesis psicológica-interaccionista (al considerar que la suma de una serie de factores son los que conducen a la Hiperactividad) es el enfoque que permite una evaluación global para el tratamiento del hoy conocido “Déficit Atencional e Hiperactividad” con el descuido evidente de los aportes de Luria, Vigotsky, Bandura, incluso Piaget, quienes proporcionan reflexiones teóricas novedosas respecto a sus antecesores enfatizando la posible relación con los fenómenos cognitivos y del lenguaje, que a su vez requieren propuestas metodológicas innovadoras para su estudio.

Estrategias de Intervención de los modelos convencionales.
Se sabe hoy en día que las técnicas conductuales tienen dentro de sus alcances la posibilidad de obtener resultados en corto tiempo sobre algunos problemas relacionados con la Hiperactividad, sin embargo, dentro de sus limitaciones nos encontramos con que los efectos a largo plazo no son sostenibles.4 Las técnicas Cognitivo-Conductuales, amparadas con las aportaciones de Luria y Vigotsky, quienes enfatizan el papel del lenguaje -como mecanismo mediador y regulador en la conducta del menor- buscan alternativas que superen las limitaciones de las técnicas meramente conductuales.

En este contexto estos últimos proponen dentro de sus estrategias de intervención el trabajo con padres en torno a los procesos de comunicación de éstos con hijos que presentan problemas de Hiperactividad buscando incidir no sólo hacia la Hiperactividad del menor, sino también en cuanto a las percepciones y actitudes del resto de la familia, particularmente de los padres quienes juegan un papel importante en la conformación de la personalidad de sus hijos. Así, refieren estos autores, que las expresiones verbales negativas de los padres van conformando en el menor Hiperactivo que no sólo refuerza las conductas “problemáticas” del niño, sino que también tienden a aumentar la frecuencia de éstas, esto es, el niño sin advertirlo actúa en consecuencia con la imagen verbalizada (y no verbalizada) que los padres tienen y expresan de él, quedando así, en un menor rango de importancia, aquellos aspectos positivos que el niño, así sea hiperactivo, seguramente posee. El trabajo terapéutico con Padres debe –dicen estos autores- buscar invertir esta situación.

En esta misma línea y partiendo de la consideración que si el niño normal en condiciones generales requiere de mensajes claros, directos y desprovistos de ambigüedad, esto se hace más necesario para el niño con problemas de Hiperactividad haciendo coincidir la información verbal con las señales no verbales que permita indicar seguridad en lo que se intenta comunicar.

Un tercer aspecto que consideran consiste en valorar el momento adecuado para trasmitir la información requerida, dado el comportamiento disruptivo del menor Hiperactivo, los “momentos adecuados”, son, propiamente más escasos.

Por otro lado, la desesperación, cansancio y pesimismo de los padres hace necesario, como función del terapeuta, hacerles sentir que son escuchados de tal manera que sea posible alimentar mejores expectativas de solución pero también de proveerlos de condiciones propicias de escucha hacia su propio hijo, y así, sean capaces de distinguir y reconocer su particularidad y el significado específico de sus conflictos, inquietudes y problemática expresadas por el niño Hiperactivo.

Finalmente dicen estos autores que el comportamiento del niño Hiperactivo introduce una serie de modificaciones en las costumbres y hábitos cotidianos de los padres, generando conflictos que deben ser solucionados mediante ayuda psicoterapéutica, evitando soluciones autoritarias y reforzando soluciones negociadas sin detrimento de la innegable autoridad de los padres.

Y EL PSICOANÁLISIS?
En psicoanálisis no se diagnostica el TDAH como tal, lo cual no quiere decir que no se atienda a niños que presentan estos comportamientos que otros catalogan como “síntomas” cuya presencia constituye una molestia que genera una demanda ante el analista. Como lo afirma Mariela Weskamp:5 “La infancia podría pensarse como un recorrido en términos de ganancia subjetiva. El inicio de la escolaridad, el tiempo de la lecto-escritura, requiere de un nuevo recorte de lo imaginario, lo cual implica otra vuelta más en el tiempo de la falta de objeto”, así, sostenerse en el espacio escolar implica reiterar operaciones de suspensión del goce, nuevas renuncias, pues, por parte del niño, de ser el Falo, a tenerlo o no.

La escuela viene a ser el escenario para hacer una lectura “de los tropiezos del tránsito edípico” donde estos niños no pueden jugar las nuevas reglas donde la maestra demanda, pide “la tarea” en nombre del Otro, y ellos no responden como se espera, como debieran responder. La escolaridad se constituye así, en malestar en la cultura.

La atención no puede deslindarse de su implicación afectiva, esto es, la carga libidinal que destina el sujeto al objeto en relación con el Otro, objetos que el Otro libidiniza y si el Otro no realiza las operaciones necesarias para libidinizar al niño y su mundo, a éste se le dificultará sostener su atención a esos objetos no libidinizados. Habría que ver si en estos niños diagnosticados, su déficit de atención es hacia lo escolar, o es en general a todo lo que les rodea (que suceda uno o lo otro, ahí estará merodeando el Otro), pues estos niños en situaciones de juego, ajeno al ambiente escolar, pueden llegar a sostener períodos prolongados de atención (si los juegos son de su interés) en el marco de una situación transferencial.

La hiperactividad según el DSM IV refiere a niños que solos no pueden parar, no pueden detener su impulso. Desde otro ángulo (el psicoanálisis) la pulsión al no poder ser hablada, ante la dificultad de poner en palabras lo que les pasa, la convierten en acto, acto desenfrenado. Cuando lo simbólico no organiza lo imaginario, el cuerpo no se anuda y aparece el descontrol, la autora antes citada nos dice “no hablan pero muestran en la escena, a veces muestran el objeto que son para el Otro….todo diagnóstico, en cierta medida, reduce al sujeto, pero al proponer acallar al niño impidiendo que un mínimo de subjetividad se exprese creo que involucra un punto ético que va más allá de las diferencias teóricas que el psicoanálisis pueda tener con otras disciplinas. En este sentido, considero el diagnóstico del TDAH, paradigma del intento de borramiento de la subjetividad y del malestar de nuestra cultura.”

Así y siempre, un TDAH puede estar rondando por mi casa….. puede, que esos otros, no estén equivocados en registrar mi comportamiento no esperado por aquellos entrenados para registrar comportamientos esperados,.. pero, podrán leer mi historia? Me ayudarán a darle significado y sentido? Me darán tiempo para esto, o, por el contrario procederán con un diagnóstico implacable, para callar también de manera implacable por no seguir de manera ciega el saludo a la bandera?, la obediencia al mandato institucional?, o por no cantar el himno nacional?, ignorando (y con angustia ignorándolo yo también) que nadie me enseñó a sentir amor por símbolos que me son ajenos, y más porque para mi primero había hambre y además incertidumbre de no saber a dónde va el barco donde está mi vida? En mi casa, en mi escuela…..y en todos esos lugares que Louis althusser señaló teóricamente antes y después de su locura?
NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA
1 López Soler, C., Martínez Núñez, M., Déficit Atencional e Hiperactividad. (Psicopatología, Evaluación y Tratamiento.) Colección Cursos de Postgrado. Universidad Nacional de Educación a Distancia. Madrid. 1999.
2 No obstante que en la década de los setentas, este término ya comenzaba a ser sustituido por el de Síndrome Hipercinético, aquí en México, en 1975, aún se discutía la inclusión de la DCM, Una referencia al respecto es lo que manifestaba Daniel Nares Rodríguez, Director del Hospital Psiquiátrico Infantil de México “Juan N. Navarro”: “..el término DCM coexiste con alteraciones regulares o máximas, se refieren a un síndrome de etiología perinatal cuya fenomenología clínica abarca, sobre todo, tres áreas fundamentales, la de la conducta, del aprendizaje y del lenguaje…la conducta característica de este síndrome puede coexistir con graves alteraciones del tejido cerebral…El síndrome del cual se ocupa el presente trabajo es consecuencia de alteraciones al sistema nervioso central que pueden producirse durante el embarazo, el parto o en los primeros años de vida, y su pronóstico es regularmente favorable.” (Revista Médico Moderno, Vol. XIV No. 1/septiembre 1975).
3 Estas afirmaciones, por cierto, no dejan de tener un sabor lejano pero familiar respecto al papel que Freud adjudica en cuando a la introyección del mandato paterno y la prohibición para la estructuración del Super Yo, cosa que no sorprende, dado que muchos autores dentro de la línea cognitvo-conductual formulan hipótesis que de alguna manera, o no son reconocidas al psicoanálisis, o bien desconocen su autoría por haberles llegado la información de segunda mano y probablemente deformada.
Nota agregada en febrero de 2007: El 28 de noviembre de 2006, Néstor Braunstein en su Curso Extraordinario HAZ MEMORIA desarrollado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM afirma, a partir de una interesante investigación sobre Luria y Vigotsky algo que replantea y da luz a lo arriba mencionado: “..Reconocemos en Luria al científico, al curioso investigador a quien se le impuso renunciar al psicoanálisis, su vocación originaria, pero que nunca abjuró de su interés por construir una "psicología real" que atendiese a la unidad de la vida concreta de los hombres históricos que, como él mismo, debían seguir luchando en medio de las circunstancias más opresivas.
El entusiasmo por el psicoanálisis tuvo derivaciones inesperadas y perversas. Luria fue cautivado por el método psicoanalítico y por las posibilidades que entreveía en la aplicación que hizo Jung del mismo para descubrir complejos inconscientes por medio de determinadas “palabras estímulo…¿Cómo dejar un testimonio de los recuerdos de ese psicoanálisis del que se ha públicamente renegado para poder sobrevivir y al que se ha conservado como esperanza en lo más íntimo de la experiencia sufriente? ¿Podrá todavía Luria ganar su batalla? “ Esto explica ahora que en realidad Luria y Vigotsky se vieron obligados a enmascarar, en tanto la opresión del régimen soviético, sus inclinaciones hacia el psicoanálisis..."
4 Es ilustrativo, en México, el caso de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, donde un grupo de investigadores en los años setentas entusiasmados en la aplicación de técnicas conductuales (en ambiente de laboratorio), se encontraron con resultados menos optimistas cuando intentaron trasladar su aplicación a ambientes fuera de laboratorio y con un mayor número de sujetos: las dificultades para el control de variables extrañas eran inmensamente mayores que en el laboratorio. Por otro lado, la reincidencia de problemas de conducta tratados mediante estas técnicas era muy alto, lo cual produjo condiciones notables de incertidumbre en dichos investigadores.

5 Weskamp, Mariela. El Psicoanálisis y los diagnósticos de nuestra época. Biblioteca y Centro de Documentación. Escuela Freudiana de Buenos Aires. (http://www.efba.org/ ) 2004, Buenos Aires, Argentina
www.efba.org/efbaonline/weskamp-09.htm

jueves, 3 de julio de 2008

Bohemia


"Cuando doy cátedra
y advierto que las orejas de mis alumnos están alertas,
los alumnos me inspiran,

cuando estoy en la bohemia, y además sensible,
parece que estuviera dando cátedra,

cuando doy cátedra y advierto que las orejas de mis alumnos están alertas,
parece que estuviera bohemio,
claro,
no siempre es el paraíso,

la bohemia y los alumnos en ocasiones desilusionan,
...más, los alumnos"

José Luis Maldonado Román
Agosto de 2005

miércoles, 25 de junio de 2008

El sinuoso camino de la orientación...



EL SINUOSO CAMINO DE LA ORIENTACIÓN
(EL SUJETO DEL INCONSCIENTE EN LA ORIENTACION EDUCATIVA
)


José Luis Maldonado Román.
Enero de 2007.

La búsqueda de una profesión, de la vocación es,
finalmente, qué debo ser, qué el Otro quiere de mi,
y así en esa deuda por la vida, creer que así al Otro
le pago lo que de hecho es impagable…de ahí
que bajo esa creencia de deudores confiables todavía
nos sentimos con fuerzas de gritar..
”..Yo no sé lo que valga mi vida, pero yo te la
vengo a entregar..” (José Alfredo Jiménez).
Vale la pena la reflexión: como no sé lo que vale mi vida,
dímelo tú, para así creer en lo valioso que yo te entrego,
esta reflexión vale también en la elección de carrera…
así lo he escuchado, lo supongo….
Jlmroman.


Los antecedentes..
La historia de la Orientación Educativa está tamizada por la angustia de la certeza y la unicidad que prevalece en otras áreas de conocimiento identificadas con las ciencias sociales, angustia por la ausencia de un marco teórico, sea porque no lo hay, o porque son demasiados los marcos teóricos y además dudosos como en el caso de la psicología.(1)

Así la búsqueda de un “marco teórico único” no es sino un acto o una intensión que busca esconder la angustia del no saber qué hacer, en otras palabras, la búsqueda de la verdad absoluta.

Escudriñando, encontramos que los orígenes de la orientación educativa desde La República de Platón (427-347 a. C.) donde su República utópica se compone de 3 estamentos sociales: la clase trabajadora y artesanal, la militar y la dirigente. Cada una de ellas con una función determinada, todo esto bajo la existencia de 2 mundos: el mundo de las ideas y el mundo de las cosas, y Dios como intermediario entre ambos.

Después con Martín Lutero (1483-1546) se inicia la secularización de las orientación educativa, esto es la transferencia de ese bien eclesiástico (la orientación) a personas o entidades públicas con fines profanos, la educación en manos del Estado.

Con Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) se concibe a la orientación como práctica humanista al resaltar las dimensiones naturalmente buenas del hombre en el orden de la consecución de un nuevo Estado Social, ideas que influyen notablemente en la Revolución Francesa. Que pasa actualmente? Que hoy la práctica de la orientación educativa, bajo la condición de ser componente de la educación tecnocrática, tiene que considerar las diferencias individuales de los sujetos, para lo cual en el terreno de la psicología están las mediciones psicométricas; el terreno de la pedagogía Edward Alfred Claparéde (1873-1940) pedagogo y psicólogo suizo dá lugar a la apertura de oficinas de orientación vocacional, en Boston tenemos noticias de la primera oficina con servicios de orientación vocacional a cargo de Frank Parsons, la cual terminó funcionando realmente como una oficina de selección de personal.

Aquí en México tenemos el intento de José Nava a través de su documento “La Orientación Educativa. Documento Base” que aglutina 40 años de la orientación educativa en nuestro país, y que, buscando una alternativa “ante los vicios pasados de la orientación educativa” termina como Claparéde integrando diferentes discursos (a la vieja usanza del eclecticismo) para dar respuesta a la demanda del Estado Mexicano.

Así, nos topamos con una realidad concreta del orientador en los diferentes escenarios, sea cualquier nivel educativo, sea institución pública o privada (y con mayor dramatismo en las instituciones privadas):

Al orientador se le percibe como un especialista en resolver todos los problemas.
El orientador enredado y entrampado en funciones de planificación.
El orientador (en función de los recortes presupuestales) desempeñando funciones administrativas de control o servicios escolares, ¡incluso en funciones de prefecto! ¡ o encargado de becas PRONABES!
El orientador en funciones disciplinarias con una mesita y apenas 2 sillas en el almacén o, si bien le va, ahí donde están resguardados los artefactos de la banda de guerra (visiten a las instituciones educativas privadas y se van a llevar mayores sorpresas, si los dejan entrar).


Bien, vemos así que la orientación y en su conjunto la educación tecnocrática transita con fines definitivamente utilitaristas, donde lo que menos importa es el sujeto, aunque los discursos oficialistas intenten reflejar otra cosa. De esta manera han surgido prácticas de la psicología, en particular de la orientación, y que como lo señala Braunstein (2006) “..se proponen formulaciones centradas nuevamente en la psicología de la conciencia, del Yo, del Self del grupo, del género, de la identidad, de la gestalten relacionales, etc…(en estos) ..tiempos también de la desilusión con la política y con la religión, tiempos en que se constata el sinsentido de los procesos de producción en los que el trabajador no puede reconocerse y del consumo desenfrenado de objetos cuya carencia de sustancia se trasmite al usuario, tan descartable como el producto industrial que él compra y tira…la oferta de terapias se multiplica con la misma velocidad que la variedad de mercancías en el supermercado y las hay para todos los gustos, compitiendo y ofreciendo un menú de opciones ilimitado” (2)

De ahí que se requiere de un nuevo discurso que evite la preocupación por eliminar la angustia del otro y promueva la constitución del sujeto con la plena participación de él, enfrentando el síntoma y ayudando a superar las diferentes alienaciones que se van constituyendo en la vida para no seguir viéndonos en ese mundo cuya visión estética -pero no ética- de hacer pasar por hermoso lo que en realidad son nuestras miserias, por llamarlas de alguna manera. Así, han terminado confundiéndose las exigencias formativas (humanas) con las exigencias de formación profesional, hoy se olvida en muchos planes de estudio a la historia, la ética, el estudio de los clásicos, etc. En medio de una crisis de valores que permea no solo a los diferentes estratos de la sociedad, sino también y de manera dramática, a la clase en el poder y a los grupos gobernantes.

Haciendo un alto en el camino y centrando la reflexión en el sujeto del inconsciente y la orientación educativa pongamos sobre la mesa de discusión 2 elementos: a) la historia del sujeto como condición principal, y b) el tiempo, no en torno a las disciplinas sino en torno al juego. En cuanto a la historia del sujeto, esa historia viene a ser el kaleidoscopio de los colores del deseo, donde el amor ha marcado a mi cuerpo dejando también inevitablemente las cicatrices del odio, Néstor Braunstein lo dice de otra manera, el desarrollo psicosexual y las colaterales zonas erógenas no son más que las marcas que el Otro (la madre) ha dejado en mi cuerpo, y así los niños buscan decir su historia jugando. De ahí la importancia de la terapia de juego como estrategia diagnóstica y de cura, pues el niño al jugar no hace más que anudar el pasado y el futuro en el presente, si en el adulto la posibilidad analítica es hacer de la palabra la posibilidad de Goce, el jugar es el acto poético de la infancia.

Hay que ver que el juego ha sido desterrado de la vida adulta, y así en la vida misma, en la docencia en particular, los maestros hemos divorciado el juego de la práctica de la vida y de la práctica de la docencia, no podemos jugar porque hemos olvidado nuestra infancia, la hemos reprimido. En un primer momento el tiempo se constituye como un enigma y la respuesta epistemológica se convierte en el mirar, el niño en sus primeros tiempos mira hacia todos lados tratando de organizar ese caos frente a él. En un segundo momento la respuesta es medir, cuando después de mirar hemos comenzado a organizar al mundo, lo cual nos aleja de nuestra condición animal, medir para poder predecir nuestra ignorancia, es así que lo sagrado, lo poético y las matemáticas son formas de medir el mundo y formas de responder con pasión a nuestra ignorancia.

Si el paso del primer tiempo al segundo tiempo del Edipo implica la separación del niño con la madre, al igual desde la perspectiva del crecimiento y el desarrollo implica el dejar de ser niño cuando el tiempo comienza a doler en la carne y así el descubrir y la misma búsqueda del saber es anticiparse al futuro.

El proceso educativo, la escuela tradicional, ha visto como peligroso el juego, por eso mediante la disciplina se busca silenciar el deseo y uniformizar el silencio, jugar es descubrir la bondades del lenguaje, de la invención. La religión (como corolario de la neurosis obsesiva) como un rito repite a cada momento lo mismo, el juego inventa, construye, rompe con la repetición. Por ello, para el niño el juego es como una palabra ante la angustia de la muerte, entendiendo a la muerte en su sentido metafórico, como la ausencia de límites (3)
(ausencia de límites que, como sabemos derivó en la fobia de Juanito a los 5 años).

También como corolario del paso del primer al segundo tiempo del Edipo, en el proceso educativo tenemos a la preprimaria o el nivel preescolar, ahí el niño vive su primer exilio y se inicia el destierro de la infancia. De alguna manera todos somos exiliados, de manera dulce y de manera amarga: de manera dulce al arriesgarnos a los enigmas de la otredad, al atrevernos a atravesar el río y tocar la otra orilla, llevando en la mochila cachitos que dejamos de la tierra de la cual partimos, permitiéndonos el encuentro con el Otro. De manera amarga, cuando en el destierro llegamos a la otra orilla con la mochila vacía, con amargura, con imposibilidad de compartir al haber desterrado la posibilidad de recordar.

Así el problema de la orientación, de la educación, es que hemos desterrado los recuerdos de la infancia, desterrado así también la historia y el juego. La neurosis busca desterrarlo porque ESO remite a los laberintos del deseo, la muerte y el deseo son fundamentos de la subjetividad de la infancia. Hay que arriesgarse a pensar a la orientación como un acto de fe, pero en todo acto de fe hay actos de herejía, hay que fomentar la herejía en la orientación, Nietzche, Freud y Marx están vinculados al acto de herejía al marcar la posibilidad de ver a la subjetividad de otra manera.

Nietzche al hacernos ver que la moralidad es el traspatio de la inmoralidad, Freud al mostrarnos que las razones del sujeto no están en el Yo, en la conciencia, sino en sus desgarros y desvestiduras, su castración, y Marx al demostrar la enajenación del sujeto en los procesos de producción.

Hemos abordado algunos de los momentos del principio del destierro mediante el proceso educativo, hablemos de otros momentos posteriores, el proceso de titulación en el nivel Universitario. Si bien se dice que los bajos índices de titulación obedecen a la falta de formación metodológica, inadecuada planeación curricular, etc., poco se habla del miedo a SABER, cuando el saber es arriesgarse al juego de las palabras. Saber y pensar es peligroso porque enfrenta a la angustia de la falta, titularse implica romper el último hilo del cordón umbilical con la Madre, la Universidad.

Por último, en el acto de enseñar (para no fomentar la anorexia al conocimiento), el maestro debe ser un provocador del deseo, del deseo de saber, aquel que empuja al alumno al encuentro con su ignorancia para que le de hambre….de Saber. Enseñar es un acto amoroso y el enamoramiento es una forma de engañar a la muerte por medio del amor.

Páginas Electrónicas de apoyo al tema:
http://www.eleccióndecarrera.com/
http://www.remo.ws/


ADENDA

Hoy 24 de enero de 2007, al concluir este escrito me he encontrado con la noticia de la muerte de Kapuscinski, y como en este escrito se ha tratado de hablar acerca de la ética, los valores implicados en la profesión, la pasión y el juego, Kapuscinski no era ajeno a estas preocupaciones, no solo no era ajeno sino que ello estaba implicado en el ejercicio diario de su vida y su profesión, por ello incluyo el homenaje elaborado por el diario La Jornada. Del libro que escribió: Los cínicos no sirven para este oficio, no debería ser válida solamente para su oficio, el periodismo, sino también para el mío, el tuyo, el de ustedes, el de psicólogo, más ahora en tiempos de canallas….


Editorial
Kapuscinski: exponente de la ética profesional

La muerte de Ryszard Kapuscinski, reportero, ensayista, pensador, fotógrafo, literato y testigo indispensable de su tiempo, obliga a la reflexión sobre los valores, y sobre la ausencia de ellos, en el oficio de informar, porque el periodista polaco los conjuntaba todos. Su obra es una combinación de rigor, creatividad, cultura universal, calidad de lenguaje, compromiso con los lectores y con las sociedades que de pronto brincan a las ocho columnas y se convierten en sujeto de la noticia; de pertinencia y agudeza en el comentario, de independencia crítica frente a los poderes públicos, independientemente de su ideología y de su bandera.
Ningún otro periodista cubrió como él, en extensión y en intensidad, las transformaciones sociales de la segunda mitad del siglo XX. El reportero polaco fue testigo de dos decenas de revoluciones en varios continentes, sobrevivió a misiones en otros tantos frentes de guerra, palpó de cerca la grandeza y la miseria de las confrontaciones humanas y entregó a sus millones de lectores en todo el mundo elementos de comprensión de las circunstancias, ya fueran locales, próximas o remotas, así como motivaciones para la indignación, la solidaridad y la esperanza.
Los ejes vertebrales de la ética periodística ejercida por Kapuscinski fueron siempre la honestidad intelectual, la desconfianza innata ante las verdades oficiales y la convicción profunda de que su trabajo, informar, no podía ser confundido con una operación mercantil. La información era para él ­y debiera ser para todo periodista­, por sobre todo, una relación social que exige la observancia de valores morales inequívocos, como lo señala sin ambigüedad el título del libro en el que recopiló sus reflexiones sobre el trabajo: Los cínicos no sirven para este oficio.
La figura del informador polaco recién fallecido contrasta, por esas razones, con el periodismo dominante en el mundo de nuestros días: un quehacer dominado, en su mayor parte, por un entramado de intereses empresariales para el cual el objetivo del oficio no es informar, sino obtener utilidades; una industria que se somete por conveniencia a los dictados del poder público para acumular un poder económico desmesurado. El proceso se cierra cuando ese poderío es transformado en fuerza de choque para domesticar a la opinión pública, y desviado, incluso, hacia los derroteros del golpismo mediático. En esos procesos, la veracidad y el entendimiento, los elementos principales de la información honesta, acaban machacados por los intereses, las componendas y los cálculos, en tanto que, en el interior de los medios, los periodistas de buena voluntad son, con frecuencia, hostilizados, marginados y obstaculizados en su trabajo por los propietarios y los administradores. Hoy en día, en las democracias formales, los practicantes de la censura ya no se encuentran principalmente en las oficinas de gobierno, sino en las propias direcciones de medios electrónicos y publicaciones impresas.
Un ejemplo cercano de ese antiperiodismo puede encontrarse en el vergonzoso desempeño de las grandes firmas estadunidenses de la información durante el arranque de la agresión lanzada por la Casa Blanca contra Irak. Reporteros, columnistas y editorialistas dieron por buenas, sin chistar, las mentiras del presidente George W. Bush sobre alianzas entre el régimen de Bagdad y Al Qaeda, sobre armas de destrucción masiva en poder de Irak y sobre los propósitos democratizadores y pacificadores de la incursión bélica que aún persiste, muy lejos del profesionalismo que exhibieron muchos de sus antecesores en Vietnam. Los reporteros enviados al país invadido se contentaron, durante estos cuatro años, con refritear los boletines emitidos por los mandos castrenses, se dejaron transportar, cuidar, alimentar ­literal y noticiosamente­ por las tropas invasoras, y actualmente, como lo ha señalado otro grande del periodismo independiente y lúcido, Robert Fisk, colaborador de La Jornada, casi todos los desinformadores occidentales destacados en el país ocupado permanecen recluidos en hoteles de Bagdad o en las oficinas de la ocupación, desde donde producen y envían a sus medios las versiones de los mandos estadunidenses.
Ante la descomposición moral y los extravíos mercantilistas que afectan al periodismo en México y en el mundo, la figura de Kapuscinski debiera ser repensada, en el ámbito de la información, como una referencia de entrega al oficio, de libertad ejercida por decisión propia, incluso en las circunstancias más adversas y peligrosas, y de compromiso con la verdad, la honestidad y la inteligencia.


(1) Nava Bolaños Guillermina. El Imaginario en torno a la Elección de Carrera. Una estrategia de intervención desde de la perspectiva psicoanalítica. Plaza y Valdez. México. 2000
(2) Braunstein, N., El Malestar en Psicoanálisis. Revista Carta Psicoanalítica número 8, marzo de 2006. http;//cartapsi.org/revista/no8/braunstein.htm.
(3) No hay juego sin reglas, el juego son sus reglas más su pasión.

jueves, 12 de junio de 2008

Seminario de Psicoanálisis de Niños


Amigos, alumnos y ex-alumnos:
Cuando anuncié por primera vez mi seminario cometí una equivocación, el inicio no será el 21 de junio de 2008, sino el viernes 20 a la hora ya indicada, un Seminario que, tentativamente, lo formulo como su nombre lo indica más arriba, tiene como propósito hacer no solo una reflexión teórica sobre las propuestas de Francoise Dolto, a partir de su experiencia y sus escritos, sino también generar el análisis a partir de las experiencias clínicas de los participantes y así buscar articular eso que en el terreno psi es una tarea bastante acuciante -teorìa y práctica- quienes gusten participar de esta experiencia, las sesiones serán los viernes a partir de la fecha ya señalada de 16:00 a 17:30 hrs. (cupo limitado) Clínica Güiris, 1er. piso, frente a la Zona Militar, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. E-mail jlmroman@yahoo.com
Ya cuento con las temáticas en torno a lo cual girará la reflexión, sin dejar de lado las necesidades que surgan en su momento, y bueno, se cuente con la posibilidad de abordar algo nuevo o imprevisto...
1. El niño puede soportar todas las verdades.
2. El hijo, síntoma de los padres.
3.-La enuresis
4. El pago simbólico de los niños.

Atte.

José Luis Maldonado Román

P.D. Hay un costo, pero éste no es lesivo, incluso, para nuestros estudiantes, claro hay un costo...

miércoles, 11 de junio de 2008

De mujer a mujer..



Isela Janeth Barrios Herrera.

Como certeramente afirma Rosario Castellanos “Mujer es un término que adquiere una matiz de obscenidad y por eso deberíamos cesar de utilizarlo”. Porque no se puede ser dama, señora, señorita y... mujer

Claro, ser mujer significa ser auténtica, dejarte llevar por tus deseos, superar el límite, ir más allá de las formas y normas sociales, permitirte la osadía de pensar, decidir y más aún, sentir.

Se ha dicho que la mujer es pura sensibilidad, pero ¿cómo no podría ser esto verdad si solo se le permite sentir a través de los demás? (padres, hijos, hombre).

Ser mujer no es odiar lo masculino, es ser libre, tener capacidad, voluntad y valor para sentir en ti lo que se te da la gana. Sin embargo, hay señoras que se creen mujeres porque hablan más fuerte, porque lo único que se permiten sentir es odio hacia los hombres, y a veces lucen tan masculinas!

Un chiste común entre los caballeros es que “la mujer perfecta es hermosa, escultural y muda! Y ellas hacen todo lo posible para que se siga considerando a ésta, la mujer ideal, cuando se someten a mil torturas para mantener una figura y solo abren la boca para decir necedades o no les preocupa en absoluto la figura pero abren la boca para decir necedades.

Cuando el hombre critica con recelo a la mujer, por su condición de mujer, lo hace porque la considera capaz, porque la cree rival con posibilidades, entonces busca venerarla para que ella se coloque en el altar y permanezca ahí sin posibilidad de acción. Y Ellas, nosotras preferimos sentirnos víctimas perseguidas y criticadas por el hombre o victimarias tratando de anularlo y ocupar su lugar; debemos ocuparnos en explotar esa mina intelectual que poseemos y que ellos temen sin razón, busquemos y ganemos respeto por nuestras capacidades intelectuales sin perder la feminidad.

Sí, tenemos las mismas capacidades pero no somos iguales, tenemos afortunadas diferencias que se complementan.

martes, 10 de junio de 2008

Una Chica Especial. Cuento


Una chica especial


César Mejía Zarazúa

Iba en mi grupo de la preparatoria. Estaba en mi salón desde el principio pero yo la llegué a tratar por ahí del segundo semestre, y eso porque era amiga de Jesús, un compañero de equipo que de pronto se unió a nuestro trío de extirpados sociales, harto de tener que soportar las idioteces segregacionistas de sus compañeros de equipo a causa de su homosexualidad. Nosotros tres (el cura, el grillo y yo) nos habíamos identificado desde el primer semestre por una auténtica convicción de destierro voluntario. Coincidíamos en los conciertos de los viernes y en la conclusión de que nos desagradaban nuestros compañeros de grupo, que tal parecía que habían sido previamente seleccionados de entre los más insulsos de la escuela: no mostraban conciencia política o alguna inquietud musical o literaria; ni siquiera tenían inclinaciones dionisíacas. La parte femenina la conformaba un grupo como de veinte chicas a las que era difícil encontrarles alguna gracia que tuviera algo que ver con su equipaje cerebral y no con sus atributos físicos que, en honor a la verdad, no eran para despreciarse.
Jesús llegó un día a nuestra mesa del laboratorio mientras intentábamos diseñar una práctica en la que había que poner de manifiesto la relación entre la masa y el volumen de un cuerpo, cuando de plano nos pidió con su voz meliflua que lo aceptáramos en nuestro equipo y nos explicó que estaba harto de la actitud que tenían con él los dos hombres del suyo. Le habían puesto por sobrenombre “Chuchis” y le prohibían tomar parte activa en el desarrollo de las prácticas; se burlaban de él todo el tiempo quizá en venganza de que las dos chicas del mismo equipo rondaban más con él que con ellos. Llegó a nuestro equipo y se dirigió al cura: “¿Puedo trabajar con ustedes?”. Recuerdo que el cura, jetón como siempre, sólo le dijo “pregúntales a ellos”, y nosotros, con cierta indiferencia, lo aceptamos a cambio de que elaborara los reportes escritos de las prácticas a entregar. Mientras nosotros hacíamos la parte manual de las prácticas él realizaba las operaciones, anotaba los datos y conclusiones y entregaba el reporte con el nombre de los cuatro integrantes. Luego se nos unió ella, se llamaba Esther, otra de las integrantes de su ex–equipo que de principio sólo se dirigió a Jesús, al parecer para convencerlo de abogar por ella ante nosotros y permitir también su inclusión en nuestro equipo.
Esther era una chica esbelta con acentuada apariencia oriental, sus ojos empequeñecidos podían situarla como china, coreana, vietnamita o japonesa, aunque había nacido en México. No tuvimos reparo alguno para aceptarla en nuestro equipo, excepto el hecho de que –según nosotros– habría que suavizar nuestro léxico, de común prosaico, ante una presencia femenina. Pronto habría de surgir la situación en la que nos daríamos cuenta de la notable personalidad de esta chica que, hasta entonces, se había mantenido inadvertida en el grupo.
Jesús y Esther decidieron también trabajar con nosotros en las otras materias de laboratorio, así que nuestro equipo llegó al límite de integrantes: los tres frustrados originales además de ellos dos. El cura, el grillo y yo teníamos la añeja costumbre de faltar a clases cuando sospechábamos que el tema no sería interesante. Habíamos adaptado un lugar lejano a las aulas en el que solíamos aislarnos para oír música mediante una grabadora que nos facilitaban clandestinamente en el cubículo de inglés, hablar de nuestras afinidades metafísicas y fumar mariguana cuando lográbamos conseguirla. Cierto día, Esther me preguntó que en dónde diablos nos metíamos durante la clase de lógica, que era la que invariablemente nos volábamos, y yo le contesté de broma que teníamos un escondite subterráneo en el que organizábamos misas negras y sesiones espiritistas, y la invité por si quería conocer realmente a “los hijos de satán”. Me sorprendió que aceptara la invitación y le prometí que a la primera oportunidad la llevaría.
Cuando consulté a mis compañeros me dijeron que podía invitarla a nuestro refugio –que, desde luego, no era subterráneo ni ceremonial– pero que tuviera cuidado porque éramos tres hombres y en un arrebato de fogosidad la podríamos violar. Un poco para sondear la mojigatería de la chica y otro poco para espantarla y preservar la intimidad de nuestro resguardo, así fue como se lo dije, y grande fue mi sorpresa cuando me contestó que aceptaba la violación siempre que no fuera multitudinaria.
La llevé un viernes a conocer el sitio. Abriéndonos paso entre los yerbajos silvestres que enmarañaban las zonas no construidas de la escuela, íbamos librando ramas espinosas y hormigueros gigantescos hasta llegar a un descampado adaptado con una lona apoyada en cinco bases tubulares irregulares, a la manera de una carpa, y bajo su sombra tres sillones despanzurrados de diferente estilo, además de un escritorio cojo, cuya pata rota había sido hábilmente suplida con un madero resistente que permitía su funcionamiento. Cuando llegamos, el cura y el grillo lucían apoltronados a lo largo de los sillones, uno leyendo en voz alta y el otro escuchando con los ojos cerrados. El cura leía a William Blake, haciendo referencia al origen del nombre de un grupo de rock: "Si las puertas de la percepción se abrieran, todo aparecería a los hombres como realmente es: infinito. Pues el hombre se ha encerrado en sí mismo hasta ver todas las cosas a través de las estrechas rendijas de su caverna”.
Nos hicimos presentes mientras mis compañeros, recién atizados según pude ver en sus ojos, se incorporaban con sorpresa y nos invitaban a sentarnos. Esther miraba alrededor con asombro y sonreía con cierto disimulo.
– Así que este es el escondite subterráneo de las misas negras – dijo, con un dejo de admiración.
– ¿Te gusta? – inquirí para sondear su opinión.
– Me encanta, es como un oasis en el desierto – señaló, sin dejar de echar vistazos alrededor.
– Pues de hoy en adelante ya sabes donde estamos cuando no estamos en clase – aclaró el grillo.
– ¿Les habrá sobrado siquiera para una fumadita? Aquí se antoja.
El cura y el grillo me miraron con un gesto de reproche, a lo que tuve que aclarar:
– Les juro que yo no le dije nada.
– Es verdad, no me dijo nada – terció Esther –lo único que me dijo fue que me iban a coger o algo así.
Los tres nos quedamos de una pieza. En lo que a mí respecta supongo que enrojecí mientras mis compinches trataban de aparentar aplomo. El cura hurgó en su morral, sacó media bacha y la encendió, al tiempo que Esther tomaba el porrito y fumaba con deleite y conocimiento de causa, luego me ofreció el resto y, con más confianza, me aticé también. Esther se dejó caer placenteramente en uno de los sillones mientras comentaba acerca de la lectura interrumpida.
– Esto te ayuda a abrir las puertas de la percepción, pero sólo a abrirlas, porque trasponerlas puede llevarte al infierno o a la locura.

Esther usaba de común una indumentaria rara que le daba un aspecto de peregrina gitana. Usaba largas faldas que apenas dejaban ver unos pies menudos enfundados en unas sandalias de piel desgastada, sus blusas en cambio eran cortas, con un escote pronunciado que permitía mirar la línea divisoria de sus pechos pequeños. No usaba sostén, por lo que durante las prácticas era costumbre que, al agacharse, pudiéramos ver sus pezones en cabezadas instantáneas y en miradas furtivas. Su cabello ensortijado le caía a ambos lados de la cara y su sonrisa le empequeñecía aún más los ojos. Era bella pero no era su belleza lo que en primera instancia llamaba la atención, sino lo fijo de su menoscabada mirada, que tenía un poco de desafío, otro poco de insinuación y mucho de misterio. Por lo regular estaba acompañada de Jesús, y a veces sus improcedentes carcajadas a media clase nos permitían intuir el gran ingenio y sentido del humor del “chuchis” que, de principio, no tenía la misma confianza con nosotros, con quienes externaba una actitud cohibida y silenciosa. Seguramente lo que influyó más para que los cinco nos uniéramos como una banda de respeto fue un detalle genial que ocurrió en el patio de la escuela.

Se formaban las planillas, que eran agrupaciones estudiantiles que buscaban representar al alumnado en gestiones diversas ante las autoridades. Había un plazo para pegar propaganda en los muros y explicar de esa forma las propuestas y planes que distinguían a cada planilla, así los estudiantes decidíamos por quién votar. Nosotros tres (los desarraigados) no creíamos en las buenas intenciones de ninguna planilla, así que materialmente nos era indiferente votar por alguna, y sospechábamos que Esther era tan apática como nosotros en ese sentido. Puede ser que lo fuera, y que el incidente que relato a continuación no tuviera nada que ver con sus inquietudes políticas.

Jesús sí estaba involucrado con la planilla rosa, que intentaba representar al sector gay y adoptar una postura combativa respecto a la condición de rechazo que sufría en la escuela, de modo que se afanaba pegando enorme cartulina en el muro principal cuando llega un rufián arbitrario surgido de alguna otra planilla y arranca el cartel, rompiéndolo y arrojándoselo a la cara al pobre Jesús, quien protestaba cívicamente argumentando sus derechos ciudadanos. Mientras tanto, los tres observamos cómo Esther aparece de algún lado y, sin anunciarse, le conecta un perfecto derechazo entre ceja, oreja y madre al patán aquél, que se tambalea pero no cae. Luego surge una chica (quizá novia del patán) y por la espalda jala de los cabellos a Esther, que se libera con un rápido movimiento y perfila el uno-dos perfecto a la mandíbula de la chica, quien no pudo evitar caer y golpearse medio cuerpo con una inconveniente jardinera de concreto. Llegaron raudos varios tipos con una actitud amenazadora hacia Esther, cuyas mentadas de madre se escuchaban hasta nosotros que, sin pensarlo, ya nos habíamos apersonado en el lugar de los hechos. Por lo menos yo nunca fui partidario de la violencia, pero me sublevó mirar cómo un tipo derribó a Jesús y pretendía patearlo, caído en el suelo. Corrí como desaforado y aproveché el vuelo que llevaba para lograr una impecable tacleada al bravucón, que salió arrojado hacia su frente y quedó en el suelo completamente desmadejado. Al buscar a Esther me encontré con que el cura blandía una varilla y se colocaba delante de ella.
– ¡Déjense venir, culeros! – gritaba el cura mientras bailoteaba con el fierro entre las manos.
– ¡Arránquense, hijos de su chingada madre! –gritaba Esther.
El grillo se rifaba con dos tipos, uno de ellos el que había recibido el descontón de Esther. Me arranqué de nuevo y pude pegar la tacleada con el antebrazo en las costillas del gandalla, que luego de caer tuvo que sortear una andanada de puntapiés del chuchis y sus congéneres. Mientras tanto el cura se había visto obligado a usar la varilla y ya nadie osaba acercársele.

Pronto los ánimos se calmaron, pero lo importante es que la raza se había enterado que había que tener cuidado con la planilla de los jotos, aunque nada impidió que todos fuéramos a dar a la dirección, y que se nos convocara en la “comisión de honor y justicia” (vaya nombrecito mamón) ya que existía la posibilidad de que nos expulsaran definitivamente. Al final nos perdonaron. Los informes de otros grupos nos favorecieron al grado de que condicionaron la permanencia de nuestros rivales (parece que no era su única “hazaña”) y eliminaron a su planilla para la votación final, pero lo realmente importante de todo este asunto fue que, de ser unos desterrados incógnitos en el ámbito escolar, los cinco pasamos a ser las estrellas del show. Ganó la planilla rosa, Esther se convirtió en algo así como nuestra sombra, lo cual nos impedía en cierto grado desplegar nuestra popularidad con las chicas, pues a pesar de que nos buscaban, a Esther le temían, y no les faltaba razón. Sin embargo, Esther nos aclaró el panorama de una forma que tal vez parezca increíble, y al platicarlo me pongo a pensar si la vejez del recuerdo no estará alterando la fidelidad de los hechos.

Una mañana fría (sé que era fría porque retengo en la memoria las palabras de Esther humeando por su boca) ella habló con nosotros en el refugio: “los cité porque tengo algo qué proponerles… aunque no sé cómo lo tomarán, y a fin de cuentas a mí nunca me ha importado lo que piensen de mí… pero con ustedes es distinto”. Sus pausas indicaban que buscaba las palabras exactas pero no las encontraba porque para lo que quería plantear no existía la diplomacia. “Yo no creo en el noviazgo y en esas pendejadas que le otorgan al novio el derecho a decidir cómo tiene una qué comportarse y qué es lo que está bien o mal. Tampoco soy partidaria de los celos… ni de la pertenencia de una persona a otra. Sé que no encajo en los procedimientos humanos… que me parecen absurdos y egoístas”. Hablaba con la vista baja y el vaho que salía de su boca parecía envolver, con su vaporosa apariencia, la solemnidad de sus palabras. “Necesito tener a alguien a mi lado, besar a alguien, acariciar el cuerpo de alguien y también sentir sus caricias, pero sin encadenarme a un sentimiento tirano como el amor, y aunque eso no depende mucho de uno mismo por lo menos hay que intentar no perder la dimensión de las cosas… ya me he perdido un poco… lo que quiero decirles es que los tres me agradan, y que pueden disponer de mí sin compromisos de exclusividad…”

Los tres estábamos fascinados mirando cómo la neblina tenue que nos cercaba parecía colocarnos en el ambiente exacto para establecer un compromiso insólito. Nadie dijo nada después de las palabras de Esther. Fue el cura quien primero se acercó a ella y, apartándole los cabellos de la cara, la besó. Ella respondió al estímulo rodeando con sus brazos el cuello del cura. Después el grillo, con algún nerviosismo acercó su cara a la de ella y no tuvo que hacer nada más, pues ella lo atrajo hacia sí y lo besó largamente mientras yo pensaba que tal vez la atmósfera brumosa y el escenario fantasmal en que nos encontrábamos era el simple resultado de un extraño sueño compartido. Cuando la besé sentí primero la delicadeza de sus labios abrirse con docilidad, luego sentí como su lengua exploraba la mía en un encuentro que, si bien era tierno, también tenía su parte de provocación. Me hechizó su manera de besar y amoldar su cuerpo al mío en perfecto ensamblaje, la sensación de nuestros cuerpos adheridos era tal que hubiera deseado permanecer así todo el tiempo que se pudiera, pero ella separó sus labios de los míos, dio media vuelta y se fue desvaneciendo lentamente entre la niebla como si todo no hubiese sido otra cosa que una fortuita aparición. Los tres enmudecimos un momento y quedamos absortos, con una expresión idiota, como de arrobamiento, quizá enamorados, y para peor, de la misma chica.

El pacto surgió después:
- El cura los lunes, el grillo los miércoles y yo los viernes.
- Martes y jueves todos juntos sin violentar la situación.
- Prohibido platicarnos a nosotros mismos nuestra onda con ella.
- Prohibido enojarnos entre sí.
- Llegado el caso, usar condón.

De aquí en adelante sólo puedo hablar de ella y de mí y de la extraña relación que nos unía los viernes. Eran los días que había concierto y pasaba la hierba de mano en mano en la explanada. Gordos cigarros rudamente forjados iban y regresaban. Normalmente Esther y yo aprovechábamos para ponernos a tono y así disfrutar el concierto, que a veces se alargaba según evolucionara la aceptación del auditorio. Después nos íbamos a compartir nuestras liviandades al refugio. Nunca me permitió que la penetrara a pesar de que siempre llevaba un condón listo en mi bolsillo. Podía colocar mis manos en todo su cuerpo (duro y exquisito), explorar sus íntimas exudaciones y frotar su clítoris con mi dedo medio o con mi lengua, sorber y morder sus pezones erizados, acariciar sus nalgas redondeadas y recorrerla toda hasta mitigar mis deseos contenidos. Ella sabía utilizar magistralmente sus manos y su boca, y era un deleite beber nuestro aliento entrecortado mientras ambos cuerpos se entregaban a los goces que nuestra imaginación pudiera alimentar. Pero nunca la penetré.

La semana se me hacía eterna y de pronto me descubrí cebado como los tiburones que han saboreado la sangre de su presa. Había ido creando una fuerte adicción hacia Esther y un día era demasiado poco para arreglarme con todas las secreciones hormonales que recorrían mi interior. Los martes y los jueves eran días buenos en que los cinco permanecíamos juntos. Nos reuníamos en el cubículo de la planilla rosa, donde Jesús nos convidaba café y galletas mientras le ayudábamos a preparar sus volantes informativos y discutíamos posibles soluciones a diversos problemas planteados por los alumnos. Al final todos nos íbamos al refugio para atizarnos, pues la consecución de la hierba se había facilitado mucho gracias a nuestra cercanía moral con la planilla rosa, que entre sus miembros tenía una pequeña población perteneciente a la sociedad pacheca. Eran buenísima onda los gays, y en honor a la verdad, muy responsables de su compromiso. Adoraban a Esther e intentaban por todos los medios convencerla para que se integrara a ellos, pero ella les tenía bien advertido el asunto de que sólo podía echarles una mano dos días a la semana, y tenían que conformarse con ello.

Como era de esperarse, la comunicación que teníamos los tres relegados sociales antes del asunto de Esther se vino abajo. Es verdad que nos seguíamos viendo, aunque con mucho menos frecuencia. Solíamos coincidir los martes y los jueves y fingíamos (por lo menos yo fingía) llevar la misma relación de siempre, pero los tres sabíamos (por lo menos yo sabía) que las cosas no podían ser como antes. Interiormente, lunes y miércoles me roían los celos al pensar que Esther hacía con mis amigos lo mismo que hacía los viernes conmigo. Nunca estuve preparado emocionalmente para sobrellevar una relación como la que llevaba, pero ¿qué podía hacer? si me había enamorado como un gran imbécil y sospecho que el cura y el grillo estaban en la misma condición. Ella lo sabía, o mejor dicho, lo sentía, de modo que la situación poco a poco se iba haciendo insostenible a mis ojos. El refugio seguía siendo frecuentemente visitado pero ya no éramos los tres originales visitantes, de hecho, ya los tres originales visitantes rara vez teníamos oportunidad de hablar sin la presencia de Esther, y ya no porque ella nos atosigara con su presencia, sino exactamente por lo contrario.

Es difícil que tres adolescentes posesivos puedan tener el criterio para sobrellevar una situación como la que aquí relato, pero es más difícil que dicha situación permanezca intacta en su proceso (o quizá una cosa debido a la otra). Algo hay, tal vez la ley de las probabilidades o el destino o el curso ignoto del azar, que acaba por intervenir y definir los hechos. En este caso, la definición fue bastante triste para mí, y llegué a pensar que sí, que en efecto un ente incorpóreo e imprevisible determina resolver toda clase de realidades, no sin dolor.


A la distancia, no puedo asegurar que lo que realmente sentía por Esther fuera amor, pero en esos momentos hubiera sido capaz de cualquier cosa con tal de quedarme con ella sin tener que compartirla; con tal de haber llevado con ella una relación normal, como cualquier otra. Súbitamente la necesidad que sentía de ella se había centuplicado y lo peor del caso es que no tenía absolutamente a nadie a quien confiar mi problema, que sin ser problema yo así lo dimensionaba (síndrome de adolescencia). Un sólo día a la semana llegó a ser demasiado poco y nuestros encuentros fueron cambiando su significado hasta convertirse para mí en una especie de limosna, y cuando estaba a punto de hablar con ella para revelar mi complicación, ocurrió lo que ocurrió.

Era un jueves, llegué temprano a la escuela y entré a clase. La maestra de latín anotaba en el pizarrón una serie de declinaciones y yo, con toda resignación, me senté a copiarlas en mi cuaderno. En eso entró Joaquín, integrante de la planilla rosa, con una agitación inusual; entró abruptamente al salón y me dijo al oído que habían golpeado a Jesús, que él lo había encontrado sangrando de la cabeza y que hasta el momento no sabía quién había sido. Salí del salón y fui directamente al cubículo rosa, donde Jesús era atendido por dos chicas que recién se habían enterado. La hemorragia era escandalosa y en ese momento el coraje que sentí no me hizo pensar más que en la venganza. La herida sangraba copiosamente y supuse que urgía llevar a Jesús a que lo suturaran en la enfermería. Entre todos lo ayudamos hasta que la enfermera lo introdujo a su pequeño local y nos pidió regresar por él en media hora. Una punzada intuitiva me sugirió ir al refugio, creyendo que (en realidad creyendo nada, sino preso de una confusión absoluta y actuando casi por instinto) por lo menos en el trayecto habría tiempo para despejar la mente, así que fui hacia allá llevando una intensa sensación de incomodidad que, estoy seguro, iba más allá del asunto de Jesús.

Atravesando el frío otoñal de la mañana, casi para llegar, escuché unos gemidos entrecortados que me obligaron a silenciar la marcha y ocultar mi llegada. Ahí estaban Esther y el cura, abstraídos por completo del mundo exterior: ella montada sobre él, diagonalmente acomodados en uno de los sillones, cubriéndoles la piel el ancho vuelo de la falda, balanceándose sincrónicamente en un movimiento frenético. En una palabra, cogiendo. Yo sabía que el acto necesario de prudencia que me correspondía era regresar sin ser advertido, pero una luz de perversión me invadió y decidí hacerme presente. Quería que ella supiera que había visto todo, quería que ambos supieran. Caminé un poco hasta colocarme en un punto en el que los dos pudieran verme, y con una voz temblorosa y hueca les avisé con parquedad que habían madreado a Jesús, que estaba en la enfermería y que urgía averiguar quién había sido.
Di la media vuelta y en el camino de retorno iba recreando el repentino cambio en la cara de los dos, del furor lúbrico a la sorpresa. Ni siquiera habían intentado disimular su postura o dejar de hacer lo que estaban haciendo, y una punzada en alguna parte de mi interior me recordó que Esther nunca había accedido a hacer el amor conmigo, y volví a sentir el ardiente efecto de los celos incendiarme por dentro.

Cuando llegué de nuevo a la enfermería estaban cosiéndole la cortadura a Jesús. Él ya estaba más tranquilo y cuando le pregunté que quién había sido, me dijo que me lo diría en el cubículo en cuanto terminaran de suturarle la herida. Poco después llegaron el cura y Esther, y con absoluta desenvoltura me saludaron y me preguntaron si ya había averiguado algo. A mi vez, ocultando la terrible decepción que me acometía, intenté aparentar tranquilidad y les comenté que había notado misterioso a Jesús y que no había querido decirme nada en la enfermería.
– Tal vez fueron los mismos pendejos de la primera vez ­–dijo el cura con algún resentimiento.
– No creo, esos culeros están condicionados, a menos que los hayan corrido por otra razón y hayan buscado el desquite – explicó Esther.

Luego de sopesar la naturalidad de la actitud de ambos, empecé por preguntarme cuál era el delito si es que lo había, cuál era la razón de mi cólera, por qué pretendía que ellos deberían tener algún sentimiento de culpa, y entendí que, finalmente, todo estaba en su lugar. ¿Alguien me había engañado? ¿No sería que mi egolatría se veía avasallada por una derrota sentimental? Estaba claro: ella prefería al cura, ¿lo sabría él? Me quedé unos minutos conjeturando hasta que salió la enfermera con Jesús, le entregó unas pastillas contra el dolor y le recomendó que interpusiera una queja en la dirección contra el responsable de la agresión. Justo para abandonar la enfermería llegó el grillo, haciendo valer su proverbial impuntualidad.


– ¿Qué te pasó, cabrón? –preguntó, todavía con la agitación de la prisa.
– Vamos al cubículo, no podemos hablar aquí.

El cura y Esther se levantaron y todos nos dirigimos al cuartel general de la planilla rosa, defensora de los derechos de los alumnos, propulsora de debates con el cuerpo académico, generadora de propuestas para reunir fondos y organizar eventos artísticos y culturales, creadora de campañas de información sexual y receptora de toda clase de quejas o inquietudes de los estudiantes. A pesar del tradicional espíritu obcecado y retrógrado que priva en las instituciones educativas, el alumnado se había percatado del compromiso que habían asumido los miembros de la planilla y en la misma medida habían compensado con propuestas a considerar y con una implicación de aparente apoyo.

Jesús se había vuelto imprescindible para la buena marcha de la planilla. Había sabido desplegar su liderazgo organizativo y los estudiantes lo conocían y lo respetaban en tanto receptores de los beneficios de su comisión, seguramente por eso fue que el director de la institución le envió un mensaje muy claro en labios del golpeador, que ni siquiera era alumno del plantel: “Me manda el ing. Rosales a decirte que le bajes tres rayitas a tu desmadre, que le estás poniendo en contra a los chavos”. Luego un fulminante gancho al hígado que dobló a Jesús y que lo mantuvo de hinojos unos momentos: “próximamente el inge te va a enviar un documento en el que te explica con pelos y señales cuáles van a ser de hoy en adelante las verdaderas funciones de tu planilla” y luego así, resoplando genuflexo, fue como lo sorprendió el golpe final en la cabeza. Pudo haber sido un bat, una varilla o cualquier cosa. Jesús ya no supo nada hasta que despertó sangrándole la cabeza en el regazo de una de las dos chicas que se percataron de la súbita carrera con que el tipo salió disparado del cubículo.

Así las cosas, tomaba forma el estilo autócrata de nuestro notable director, y nos colocaba en una delicada complicación a los colaboradores de la planilla. Pasados unos días, se dio el nombramiento oficial del consejo estudiantil, en el que aparecían minuciosamente seleccionados los mismos estudiantes con los que zanjáramos la primera dificultad. Pareciera que las autoridades de la preparatoria se empeñaran a toda costa en restringir los espacios de pensamiento, reflexión y libertad para los alumnos, pues prohibieron conciertos, conferencias, exposiciones y todo tipo de evento, con el pretexto de que éstos promovían la toxicomanía y la promiscuidad entre el estudiantado.

Jesús convocó a junta al personal de su planilla y a todos los que de algún modo colaborábamos en ella. Nos advirtió que había recibido de la dirección una orden por escrito en la que se nos conminaba a operar como brazos organizativos y ejecutores subordinados al consejo estudiantil. Sometió a votación la decisión final y, luego de los resultados de ésta, disolvió a la planilla rosa y redactó un comunicado en el cual declaraba abstenerse en lo sucesivo de participar en actividades escolares ajenas a las estrictamente académicas.

Luego de variados acontecimientos escolares en los que se definió con toda claridad la inmovilidad a que deberíamos acostumbrarnos para evitar problemas, y en apego a nuestra vuelta a la vida civil, sin militancia de ninguna clase, podíamos gozar de más tiempo libre. Recuerdo que en esos días pude pensar con cierta calma y redefinir la situación general, pues a pesar de mi enamoramiento comprendía que no estaba en situación de exigir absolutamente nada, y hacerlo (exigir algo) hubiera dado al traste con mi fuga sensorial de los viernes, que persistía con toda normalidad. Así las cosas, el convenio de nuestro triunvirato seguía siendo continuar nuestra clandestina relación con Esther. El semestre estaba a punto de terminar.

Yo la notaba ajena, distraída, como quien no sabe cómo deslizar su humanidad por el pedazo de vida que le corresponde. Seguramente le preocupaba el hecho de haber provocado una situación que se le había ido de control y cuya solución no dependía estrictamente de ella. Así es como la veía yo, aunque al parecer su preocupación nada tenía que ver con alguno de nosotros. Durante la clausura del curso, a la que nos comprometimos a asistir más o menos la mitad del grupo, no teníamos otra cosa qué hacer sino aplaudir cuando presentaran a las autoridades en el presidium, guardar silencio durante cada una de las peroratas y estrechar con reverencia la mano de cuanto mamarracho inescrupuloso se apareciera por ahí. Esperábamos que terminara la ceremonia para llevar a Esther a celebrar el fin de semestre a casa del grillo, que estaba sólo, cuando repentinamente ella se levantó y se dirigió hacia el presidium, en el que el maestro de ceremonias estaba por declarar la clausura del semestre escolar, y pidió la oportunidad de dedicar unas palabras al director. El maestro de ceremonias, sonriente, pensando que las palabras de Esther seguirían la misma línea rastrera de cuantos la antecedieron, le alargó el micrófono y ella habló.

“Señor Director: no preparé, como hicieron los demás, un guión que me llevara a conectar las ideas de mi discurso, porque lo que tengo que decirle es muy simple. Yo soy muy joven, voy a cumplir apenas mi mayoría de edad y quizá sea ese el inconveniente capaz de restar validez a mis palabras. Yo creo que todos tenemos una deuda grande con nuestra sociedad y debemos pagarla. La mía consiste en estudiar duro y en intentar a diario ser consecuente con lo que quiero que sea mi país. Pero si en este momento estoy diciendo lo que estoy diciendo sólo para simular y al salir de aquí lo que hago es forzar las cerraduras de la subdirección para robar los exámenes finales y venderlos, ¿Qué es lo que sería yo? ¿En qué me estaría convirtiendo? Señor Director, no le quito más su tiempo, sólo me resta decirle que los alumnos sabemos la clase de persona que es usted, y no sólo usted, sino con toda seguridad también los ‘honorables’ señores que lo acompañan, y le pido a mi destino que ojalá nunca tenga que torcer mis convencimientos al grado de llegar a ser como cualquiera de ustedes, porque entonces mi vida se habría convertido en algo inservible. Gracias por permitirme hablar”.

El auditorio adquirió una majestuosidad repentina cuando se vio envuelto en tanto silencio. No se oyeron aplausos ni cuchicheos. Sólo se vio la delgada figura de Esther entregar el micrófono y darse media vuelta, recorrer la escalinata que la depositaba en el pasillo principal y abandonar la sala. Nosotros, absortos, nos quedamos mirándonos sin saber con certeza lo que teníamos que hacer. Sin embargo, a falta de iniciativa nuestra, el resto del público empezó a abandonar el auditorio de una manera que se adivinaba como un acto de solidaridad hacia Esther. El silencio de la multitud y los ruidos sordos de nuestros pasos en el suelo formaban una especie de concierto luctuoso, mientras los honorables miembros del presidium quedaban pasmados ante el atrevimiento de la chica. Los tres pretendíamos acelerar la marcha, reunirnos con Esther, felicitarla por su acto de valentía y cerrar el final del semestre con broche de oro, pero no podíamos agilizar la marcha debido a que la calmosa multitud llevaba un paso lánguido que no había forma de alterar. Una vez en la explanada, volteábamos a las bancas esperando descubrir entre el gentío la sonrisa cómplice de Esther. Esperamos un momento no muy largo con la esperanza de que ella se reuniera con nosotros; nos dispersamos hacia los lugares donde la lógica indicaba que podría estar; luego nos volvimos a reunir con idénticos malos resultados. El asunto es que jamás dimos con ella, lo que nos movió a pensar que probablemente algún sicario del director la había detenido a la salida y la habría forzado a permanecer cautiva. Ya después comprendimos que ningún tipo en la escuela, esbirro o no del director, porro o estudiante, tenía los tamaños para intimidar de ninguna forma a Esther, por lo que decidimos ir a buscarla a su casa, pero en ese momento reparamos en el nimio detalle de que nadie de nosotros conocía su casa, y nos quedamos como estúpidos, sin saber qué hacer.

Cuando acudimos a control escolar nos encontramos con la sorpresa de que todavía había por ahí algunas trabajadoras. Entramos y empezamos a actuar el papel previamente ensayado: necesitábamos urgentemente averiguar el domicilio de nuestra compañera de equipo porque ella tenía en su casa un trabajo que nos exigían para modificar a nuestro favor una calificación equívoca. El profesor iba a permanecer una hora más en la escuela y era apremiante localizar a nuestra compañera.
– Tenemos absolutamente prohibido revelar datos de los alumnos.
– Este es un caso de verdadera urgencia…
Sorpresivamente aparece una diminuta mujer por entre los archiveros del fondo de la oficina, nos mira con una indecisa insistencia hasta que resuelve acercarse a nosotros.
– ¿Cómo se llama la persona a la que buscan?–pregunta con una colosal timidez.
– Esther Lozano Duang –contesta el grillo
– Dejó una carta para Jorge Hidalgo, ¿Es alguno de ustedes?
El cura se abalanzó sobre el papel hasta casi arrebatárselo a la señora, quien amablemente le pidió con su voz escrupulosa que le mostrara su credencial; luego de revisarla con una desesperante calma, y antes de regresar a su lugar, la señora nos aclaró que la chica se había dado de baja en la escuela, y que ella misma le había devuelto sus documentos.

Ni el grillo ni yo quitábamos nuestra mirada de la cara del cura, que mientras leía se iba transfigurando de la curiosidad a la frustración. Luego de leer, estiró simplemente su mano mirando con tristeza hacia la lejanía y nos entregó el papel: “Me voy con mi madre a Bangkok, no hubiera podido decírselos de frente. Este país no es para mí, no lo soporto. Perdón y gracias por todo. Jamás los olvidaré”.

Luego de quedar atónitos, sin saber qué hacer o qué decir, se me ocurrió que tal vez Jesús sabía dónde vivía. Ellos habían sido confidentes y no hubiese sido raro que alguna vez Esther lo hubiera invitado a su casa. Lo buscamos por toda la escuela sin encontrarlo, y cuando estábamos a punto de rendirnos alguien nos dijo que estaba en el último rincón de la biblioteca, que a esas alturas del semestre estaba casi totalmente vacía. Al llegar con él parecía que dormía con su cabeza apoyada de lado entre sus brazos cruzados. Cuando levantó la cara vimos que lloraba, y al vernos su cara adoptó un gesto de enorme dolor y cerró sus ojos enrojecidos para decirnos en seguida: “Me hizo prometerle que no les diría dónde vive, me dijo que le faltó valor para explicarles todo y que sentía que les había hecho daño, me pidió que les pidiera perdón en su nombre, y aunque me pongan en la madre no voy a decirles dónde vive, tal vez mañana que ya se haya ido.”

Jesús sufría más que nosotros y ni utilizando la tortura le habríamos sacado algo, de modo que los tres nos quedamos callados, yo admirando el cariño lleno de lealtad que le guardaba a Esther y los otros dos mirándolo con cierta ternura. Los cuatro salimos de ahí ensimismados, sin la menor intención de asistir al concierto de clausura, del que se empezaban a oír los primeros acordes y batacazos, y que, en especial a mí, me habría atiborrado de dolorosas evocaciones. Nadie habló. Una vez fuera de la escuela nos dimos la mano para despedirnos y luego cada quién tomó su rumbo.

En lo personal, viví las peores vacaciones de mi vida: lleno de recuerdos frescos que me inducían al llanto o a la masturbación; sintiendo por primera vez la impotencia en toda su dimensión; luchando interiormente por olvidar y confrontándome con la imposibilidad de hacerlo; descendiendo en el cansancio nocturno hasta sueños recurrentes amargo-eróticos.

Sobra decir la forma en que la tristeza nos tragó a los tres, que un día de vacaciones (en el colmo del ridículo) nos reunimos a tomar unas cervezas y terminamos llorando como si ella se hubiera muerto. Luego de aquella reunión no volvimos a vernos sino hasta el siguiente semestre. Nos encontramos en el refugio sin habernos puesto de acuerdo. Acudimos todos a recordar a la mujer que había dejado impregnada su presencia en nuestro resguardo compartido, y en nuestro corazón…